Desde hace tres semanas, Macron se ha transformado en un jefe de guerra. En repetidas ocasiones pide un "salto de fe" y "nada de cobardía" frente a Putin, al que considera una amenaza existencial para Ucrania y toda Europa.
¿Cómo se explica este cambio de tono? Una gran dosis de cálculo político. A pocos meses de las elecciones europeas, Macron utiliza y amplifica el clima de guerra para crear un sentimiento de unidad nacional en torno a sí mismo, en detrimento de sus adversarios políticos.
Pero la guerra es ya una realidad. Está haciendo estragos, no solo en Ucrania, sino también en Gaza, Yemen, la República Democrática del Congo, Sudán... Las grandes potencias occidentales no solo están implicadas directa o indirectamente en cada una de estas guerras, sino que también se preparan para la posibilidad de un enfrentamiento con China.
Por eso Macron, los medios de comunicación a sus órdenes, los galeotes abonados a los programas de televisión y los supuestos expertos en geopolítica nos alimentan con propaganda patriótica. "Hay que estar preparado para luchar por su patria", oímos cada vez más. Por su "patria", dicen algunos. Según dicen, sería la forma suprema de valor y heroísmo. Y este lema se entona en todos los países y en todos los idiomas.
Por supuesto que estamos apegados a nuestro país, aunque sólo sea porque vivimos en él y hemos creado lazos familiares, amistades y recuerdos. Pero preguntémonos: ¿qué hace este país y la clase que lo gobierna para nosotros, los trabajadores y trabajadoras?
Ya seamos obreros, cajeros, empleados, ayudantes a domicilio o camioneros, producimos la riqueza del país en el que trabajamos. Ayudamos a construirlo y a mantenerlo. Pero, ¿quién se beneficia? Los que se sientan en la cima del país. Los grandes burgueses que vuelan de beneficios récord a fortunas récord. Los accionistas y financieros parasitarios. A los que se ensucian las manos, el país no les garantiza nada: ni salario ni trabajo digno de ese nombre. No ofrece ni respeto ni reconocimiento.
Esto es tan cierto en Francia como en cualquier otro país del mundo. ¿Cuántos trabajadores se ven obligados a exiliarse porque su país no les permite ganarse la vida dignamente ni les proporciona un mínimo de seguridad?
Hablar de los franceses, los ucranianos, los rusos, los argelinos, los malienses... es una forma de hacernos olvidar que en todos los países hay ricos y pobres, explotadores y explotados. Oculta el hecho de que en nuestro propio país estamos bajo el ataque constante de un gran capital cada vez más rapaz.
Aquí, en un momento en el que se acusa a Putin de amenazar nuestra seguridad, la gran burguesía está intensificando la explotación, reestructurándose mediante el despido de muchos trabajadores, recortando los salarios y extorsionándonos con la subida de los precios. Con la ayuda de Macron, recurre a las arcas del Estado y se apropia de miles de millones que deberían invertirse en sanidad y educación.
Pensiones, derechos de los desempleados, reembolsos sanitarios... un ataque sigue a otro. Las maternidades y los servicios de urgencias cierran. Las escuelas carecen de personal suficiente y se deterioran rápidamente. Y aún hay más, porque además de los 10.000 millones de ahorro en gasto público previstos para 2024, el gobierno busca otros 20.000 millones para 2025.
El resultado será más trabajadores pobres; más mujeres y hombres rotos por el trabajo y abandonados a la enfermedad, la pobreza y las pensiones irrisorias; más barrios obreros transformados en guetos y entregados al tráfico de todo tipo. ¿Es en nombre de la defensa de este país por lo que debemos luchar y estar dispuestos a morir?
Sí, cuando te atacan, tienes que defenderte. Pero los ataques que sufrimos no proceden del dictador del Kremlin. Vienen de los consejos de administración de los grupos capitalistas y del Elíseo. Esta es la guerra de clases que la burguesía libra constantemente contra los trabajadores, y debemos responder a ella.
El nacionalismo y los llamamientos al patriotismo están diseñados para hacernos marchar al paso de los capitalistas. ¡Rechacémoslos! ¡Llevemos a cabo la lucha de clases y aspiremos al derrocamiento de la clase explotadora y a la instauración de nuestro propio poder!
Sólo entonces podremos considerar "nuestro" el país en el que vivimos, el país de todos los trabajadores, sea cual sea su origen. Y no cabe duda de que ¡tendremos ganas de dirigirnos a los explotados de los demás países para derrocar al capitalismo a escala mundial!
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 18 de marzo de 2024