Aznar y la guerra contra Irak
En España desde el 15 de febrero las manifestaciones contra la guerra están siendo masivas. Los millones de personas que se han movilizado en contra de la agresión a Irak y de la política del gobierno Aznar han cambiado el clima político y social de nuestro país. Clima que desde el 20 de junio del año pasado, fecha de la huelga general contra la Reforma Laboral, no ha hecho más que incrementarse. El aislamiento y esquizofrenia que este gobierno derechista tiene respecto a la opinión pública y la realidad social es cada vez mayor. Mucha gente expresa en los balcones con letreros su "No a la Guerra", pero lo expresa también abiertamente en los bares, en las reuniones, en las conversaciones amistosas, en los lugares de ocio. Una ola de indignación recorre de una punta a otra todo el país. Podemos decir que jamás habíamos vivido en este régimen una actitud tan fuerte que se expresa públicamente y sin ambigüedad en contra de la política de un gobierno.
Nunca las manifestaciones han sido tan masivas como ahora. Nunca se había mantenido los niveles de manifestantes tan continuados. Y nunca tampoco, el descrédito del gobierno de Aznar ha llegado a altos niveles. Es algo que se palpa en la calle y que no sólo se manifiesta en las encuestas de opinión. El pueblo siente esta guerra como una injusticia y una crueldad en la que nunca deberíamos haber intervenido. La aparición de Aznar junto a Bush y Blair, queriendo aparecer como representante de una gran potencia, al lado de los poderosos, no ha hecho más que acrecentar y popularizar la imagen de servilismo y vasallaje al imperialismo americano. Cuanto más pasan los días, más se va haciendo insoportable para el pueblo esta guerra, con las continuas masacres, con sus víctimas inocentes heridas o muertas, con su lluvia de bombas, explosiones, matanzas, destrucción y miseria.
Sin embargo, el gobierno Aznar y su partido viven fuera de la realidad, desligado de la opinión pública y ejerciendo un desprecio a la voluntad expresada por millones de personas que gritan exigiendo la salida de esta guerra cruel y que mostraban su negativa a aceptar, sin más, la agresión imperialista contra un pueblo, ya de por sí diezmado por años de embargo y agresiones. Con las elecciones municipales a las puertas, Aznar y su gobierno han jugado la carta de mantenerse en sus posiciones, sin cambiar un ápice su postura. La razón de esta terquedad ha sido, en boca del propio Aznar, el de mantener la "coherencia", pues con el ambiente existente, dar marcha atrás significaría perder más votos aún. Aunque la guerra se alargue o incluso si se terminara pronto, la fecha del 25 de mayo está muy cerca, y no va a permitir olvidar una política derechista que ha colmado la paciencia de la gente. Los hechos parecen evidenciar que las elecciones del 25 de mayo van a significar una debacle del PP. Todos esperan este primer asalto para certificar en las urnas lo que se siente en la calle. Y seguro que van a determinar las elecciones generales. Por eso tanto en la derecha, como en la socialdemocracia, los cálculos de sus estrategias, están marcados por estas primeras elecciones que serán el primer asalto al futuro gobierno.
Durante la manifestación del 15 de febrero la gente exigía la salida de la guerra y entre el abanico de posiciones, se mostraba el "No a la Guerra". Con el comienzo de la invasión, en la madrugada del 20 de marzo, estalló la rabia de la mayoría de la gente, que ve injustificada esta agresión y la sienten como el desprecio más absoluto a la vida humana. No es casualidad por tanto que allá donde aparecen representantes del PP, concejales, ministros, candidatos etc., son abucheados, y señalados como asesinos. Aunque han querido mostrarse como víctimas de la izquierda, y de esa izquierda violenta que se creía desaparecida como explicaba Mayor Oreja, miles de personas manifiestan públicamente y al PP su rabia y su indignación.
Las manifestaciones contra la guerra: llueve sobre mojado
Las manifestaciones del 15 de febrero han supuesto la expresión palpable de la población contra esta guerra y la política de Aznar. Podemos decir que hay un antes y un después del 15 de febrero. Pero de hecho la indignación, la rabia en contra de este gobierno viene ya de lejos. Estas manifestaciones han sido un escalón más en la movilización popular contra el PP. El desprestigio, el ridículo, el servilismo... son adjetivos que están en boca de la inmensa mayoría de la población que ve como José María Aznar y su gobierno trata de imponer algo indefendible fuera de la razón humana. Y este estado de cosas no se pueden explicar sin comprender los ataques contra los trabajadores, especialmente la Reforma Laboral y la actuación ante la marea negra del Prestige, que levantó al pueblo gallego en su contra, cuando Galicia había sido el feudo político de la derecha del PP.
La primera agresión grave en contra de los intereses populares fue el llamado "decretazo", por el cual se obligaba a escoger puestos de trabajo, se abarataba el despido y se precarizaba el mundo laboral y se eliminaba el subsidio agrario de los jornaleros, el llamado PER, Plan de Empleo Rural, en Andalucía y Extremadura. La respuesta contundente fue la huelga general del 20 de junio del año pasado. Millones de trabajadores fueron a la huelga y se manifestaron en contra de estas medidas antiobreras. Volvieron a manifestarse en Madrid el 5 de octubre pasado. La respuesta contudente de los trabajadores ha obligado a retirar parte de las medidas más duras del decreto. La segunda ha sido la actuación ante la catástrofe del Prestige en las costas Gallegas. El desprecio, las mentiras y la incapacidad para resolver el problema hizo que millones de gallegos se echaran a la calle creando una plataforma, "Nunca Mais", para exigir la dimisión y responsabilidades a los políticos del PP gallegos. Galicia ha sido siempre el feudo de la derecha del PP con el franquista Fraga Iribarne de presidente de la Junta gallega. Mientras el presidente de Galicia se divertía en una cacería, los pescadores salían a la mar a recoger e impedir la llegada del fuel. Miles de voluntarios gallegos y de otras regiones empezaron sin ninguna ayuda gubernamental a limpiar de chapapote, las playas afectadas. Y la actitud y posición de Aznar en el apoyo a la invasión de Irak han colmado la paciencia popular. Las manifestaciones contra la guerra, no son más que una respuesta, más contundente si cabe, ante los intentos del gobierno de atacar a los trabajadores y a los más débiles, implicándonos en unos ataques por intereses económicos e imperialistas.
Las elecciones municipales de mayo
La guerra contra Irak ha eclipsado las elecciones municipales. Toda la precampaña y la estrategia de los partidos se han modificado por los acontecimientos. La reacción popular contra Aznar y contra la guerra va a determinar estas elecciones. De hecho, para Aznar y el PP esta reacción marca su caída en picado en la credibilidad de la gente que ya veníase dando desde la reforma laboral y la huelga del 20 de pasado. El gobierno está totalmente falto de apoyo incluso de su electorado y está contínuamente recibiendo las justas iras populares. Su actuación con el desastre del Prestige llamó la atención entre la misma derecha por su falta de tacto, su torpeza y el desprecio de la voluntad y necesidades de la gente que ha sufrido el desastre. Su feudo, Galicia, ya no es intocable. En el tema, de la guerra Aznar ha querido aparecer al lado de los "líderes" mundiales jugando el papel de una gran estadista que se situaba entre los ganadores. Y más cuando Francia y Alemania se situaban a distancia del "amigo americano". Para muchos derechistas su actitud ha sido torpe. No ha visto que podía jugar un papel entre bambalinas sin destacarse directamente como propulsor de una iniciativa bélica que la gente no comprendía y que le iba a llevar al desastre. Para disculparlo inciden en la crisis de la isla Leila/Peregil con Marruecos. Su actuación de la más honda raíz colonialista, de los llamados africanistas, ha mostrado la visión clásica de la derecha española. El apoyo dado por los americanos, en contra de los franceses, le proporcionó las razones para su posición actual.
Nadie duda que ha actuado intentando llevar a la burguesía española a posiciones más ventajosas en Oriente Medio, detrás del Imperialismo americano y británico y más cuando Francia se situaba en un segundo plano. Su actuación no responde más que a los intereses del más rancio imperialismo español, a la típica actitud de la "derechona" autoritaria y colonialista impulsora de una idea de España dominadora en el ámbito regional y mundial. Política clásica de recuperación de las glorias perdidas de ese imperio donde no se ponía el sol. Pero Aznar sólo ha quedado como un ridículo Valido del emperador Bush, más cercano al papel de los enanos de la corte de los austrias, ridiculizado e insultado hasta la burla más cruel por los sectores populares que lo injurian cada vez que aparece en los medios de comunicación.
La reacción ante la ira popular de su gobierno, y de él mismo, ha sido presentarse como víctima de la intolerancia de los sectores izquierdistas, exigiendo que la oposición denunciara, como así han hecho, los actos de rabia y boicot que continuamente se les hacen. Ha criminalizado a los manifestantes, atacando y golpeando por medio de los antidisturbios, al final de las manifestaciones. Después los líderes del PP aparecen en los medios de comunicación presentando la ira popular como producto de desalmados y nazis. Han utilizado la misma táctica que en el País Vasco: "sois unos antidemócratas si no denunciáis públicamente a los que nos boicotean".
Por otra parte, ha contenido las críticas internas, reducidas a los militantes de base, algunos concejales y a antiguos altos cargos separados ya del PP. Los dirigentes del PP saben de su impopularidad, saben lo que les espera y que las municipales pueden ser un plebiscito sobre su gobierno y que pueden quedar barridos de las ciudades perdiendo, por lo menos, la mayoría de las grandes ciudades que gobiernan. Ellos saben que su futuro se va a fraguar en esas elecciones, y que como todo parece indicar, serán su descalabro. Pero, como dijo Aznar, retroceder en las posiciones sobre la guerra les llevaría a perder aún más votos. Permanecer contra viento y marea defendiendo sus tesis con vistas a su apoyo electoral muestran una vez más el desprecio de la voluntad popular. El desprecio a las gentes y el mantenimiento a ultranza de sus intereses, sólo benefician a la burguesía. El PP ha sido el primer partido de la derecha que ha mantenido para la burguesía una estabilidad gubernamental desde la transición. Ahora tendrán que buscar el recambio en gentes como Pimentel que ha logrado desmarcarse de la dirección derechista de Aznar.
Zapatero y Llamazares aprovechan la ocasión
Para la izquierda, sin embargo, tocan vientos favorables. Si el menosprecio de los sectores populares y el desprecio a la opinión pública definen a la derecha, es el oportunismo la característica de las organizaciones tradicionales de izquierda. Zapatero por el PSOE y Llamazares por IU buscan rentabilizar electoralmente la ola popular en contra de la derecha. El PSOE con su oportunismo habitual ha mantenido una postura contra la guerra y ha pedido la retirada de las tropas españolas del escenario del conflicto. Atrás ha quedado la actuación de Felipe González en la guerra de 1991 y el tema de la OTAN. Tanto para IU como para el PSOE la guerra es ilegal, al no hacerse con la aquiescencia de la ONU y el Consejo de Seguridad. Han pedido el mantenimiento de la posición franco-alemana para mantener una postura común en la Unión Europea. En cuanto las bases militares " de utilización conjunta" el PSOE pide la estricta observancia de los acuerdos e IU la retirada total. Zapatero no ha pedido la dimisión de Aznar y mantiene la crítica esperando las municipales, mientras que Llamazares sí la exige, y ha denunciado por "incontistucional" al gobierno Aznar. Su lema ha sido, entre otros, "Parar la Guerra".
El problema de estas posiciones políticas es que no aclaran el fondo del problema y tratan de buscar, en el oportunismo del momento, la idoneidad para sacar votos. Esta guerra es una guerra de rapiña para repartirse y controlar política y económicamente las riquezas de un país, Irak, y de una zona estratégica: Oriente Medio. Pero fundar un argumento en la legalidad de esta agresión, poniendo a la ONU como garante de la legitimidad internacional, es caer en un engaño. La legalidad expresada en la ONU, y en su Consejo de Seguridad, es la legalidad de las grandes potencias de los imperialismos vencedores de la Segunda Guerra Mundial. La ONU ni ha servido ni para frenar las hambrunas de los países pobres, ni para detener el analfabetismo, ni para frenar los conflictos armados. Sólo ha servido como garante de la actuación del Imperialismo o para empantanar conflictos. En este caso, ni siquiera han procurado utilizarla o les ha frenado en su masacre. La ONU y el Consejo de Seguridad no son más que instrumentos de los grandes países imperialistas que aparecen bajo una capa de legalidad, y realizan su rapiña ante los ojos de un mundo crédulo.
Estas organizaciones de izquierda junto a la extrema izquierda han defendido el lema "Parar la Guerra". Incluso han creado la ilusión que con la movilización popular esto era posible. Sin embargo el carácter imperialista del conflicto significa que la violencia militar utilizada es la extensión de la explotación del capital de las riquezas y del trabajo humano al ámbito planetario. Lo que se hace diariamente en los países capitalistas se hace en todo el mundo. Es decir explotar la mano de obra para mantener los beneficios de los capitales invertidos en las finanzas, en las empresas, en la bolsa o en la tierra. Por eso ante la poderosa maquinaria de guerra imperialista, sólo la comprensión de que el enemigo son los propios dirigentes americanos que utilizan a los pobres de su propio país en esta guerra puede parar este conflicto. Y esto significa que el soldado americano dirija su fusil hacia sus jefes militares y políticos. Es decir, convertir la guerra en una guerra civil contra la clase explotadora, sus militares y políticos. Sólo la revolución bolchevique pudo parar la guerra en Rusia para convertirla en la primera revolución obrera triunfante de la historia. No podemos engañar a los trabajadores dándoles falsas expectativas con las movilizaciones populares. Lo positivo de estas manifestaciones es que nos permiten desvelar y explicar el funcionamiento de nuestra sociedad y avanzar un peldaño más aumentando la fuerza de las ideas comunistas.
En cuanto a la dimisión de Aznar, ¿qué posibilidades políticas puede abrir?. Desde el momento en el que pedimos la dimisión de alguien en un puesto de responsabilidad política abrimos la posibilidad inevitable de la sucesión. En este caso, la única posibilidad está en Zapatero. Por eso él no pide la dimisión de Aznar. Espera que la fruta madure sin necesidad de malograrla antes de tiempo, pues sabe que es el único que puede acceder a la presidencia. Naturalmente, hay quien piensa que el derribo de un presidente puede aumentar el grado de conciencia de las masas. Pero la realidad demuestra que esta conciencia avanzaría sólo en la medida que hubiera un poder obrero lo suficientemente poderoso que hiciera frente y sustituir al caduco sistema capitalista. Ahora en España, ¿existe alguna alternativa revolucionaria con posibilidades de jugar un papel que pudiera rentabilizar la dimisión de Aznar? Evidentemente no hay ninguna.
Si hubiera un grupo de izquierda revolucionaria tendría que presentarse en las elecciones defendiendo un programa que explicara claramente estas posiciones y el carácter de la guerra. Desgraciadamente no existe y es necesario crearlo. Y para ello sólo podemos por ahora preparar militantes y obreros que permitan en un futuro crear esa Izquierda sobre bases reales y no imaginarias, ni oportunistas.