En Andalucía hay adelanto electoral; Juanma Moreno, que ha estado jugando al despiste, ha hecho ya público lo que era un secreto a voces: tendremos elecciones antes de tiempo, concretamente el 19 de junio. Moreno justifica el adelanto electoral por las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania que ha provocado una gran inflación, y a la necesidad de contar con nuevos Presupuestos adaptados a la pandemia.
Pero la verdad tras todo ello, lo que verdaderamente hay tras estas justificaciones, es que el PP está viendo la posibilidad de atraer los votos que, según todos los sondeos y estimaciones indican, Ciudadanos -sus socios actuales de gobierno- va a perder siguiendo la estela de su caída desde hace tiempo. También le está echando un pulso a Vox pues tras las elecciones francesas no ha cesado de compararse con Enmanuell Macron y a apelar al “voto útil” para evitar a la extrema derecha. Parece broma, pues Moreno fue investido presidente precisamente por el apoyo tanto de Ciudadanos como de Vox. Pero esta parece ser la nueva estrategia que Feijóo y el PP, a nivel nacional, quieren intentar: distanciarse de la extrema derecha, de Vox, pues se ve poco probable que Feijoo llegue a la Moncloa si hay una identificación tan directa entre ambas formaciones.
El PSOE, por su parte, se encuentra aún inmerso en un proceso de renovación tras los casos de corrupción que asolaron el partido. Juan Espadas, hasta hace poco alcalde de Sevilla, es el actual candidato al parlamento andaluz, aunque las encuestas dicen que no podría gobernar, en ningún caso, en solitario. Hay que recordar que Andalucía siempre le dio la mano al PSOE, pero en la última legislatura, aunque ganaron las elecciones, no consiguieron suficiente mayoría para gobernar; la fuerza de antaño parece lejos de haberse recuperado.
Por su parte Unidas Podemos y otras formaciones de la izquierda están en proceso de recomposición intentando una candidatura y un programa conjunto en un Frente Amplio, aún sin concretar. Que esta fuerza pueda levantar pasiones entre la población de izquierdas y los trabajadores queda por ver; sobre todo si sus acciones desmienten sus palabras, como se da en el caso de Unidas Podemos cuyo posible candidato a tal candidatura -Juan Antonio Delgado Ramos, que se dice un guardia civil “de izquierdas”- llegó a presentarse en el Congreso con un casco de obrero metalúrgico cuándo se estaba viviendo la huelga del metal en Cádiz y cuándo el gobierno central –al cual pertenece- mandaba las tanquetas contra los huelguistas y llevaba a cabo una gran represión policial contra ellos.
Adelante Andalucía, por su parte, la nueva formación de Teresa Rodríguez, ex dirigente de Podemos y de la formación Anticapitalistas, con un marcado sesgo andalucista, parece haber dejado de lado su carácter de clase y centrarse en la idiosincrasia del pueblo andaluz; de momento parece que Teresa Rodríguez no vería posible un pacto con los socialistas si se diera el caso de poder gobernar, pero tampoco ha descartado, de momento, la entrada en el Frente Amplio, si este se concreta.
La campaña aún no ha empezado; el plazo para presentar las candidaturas vence el 5 de mayo. Siempre se ha dicho que Andalucía, la comunidad más poblada, es un termómetro cara a las elecciones nacionales. Pues tanto aquí, como allí, el termómetro revela que no hay una candidatura obrera que represente verdaderamente al mundo del trabajo, una candidatura de clase impulsada y sostenida por los propios trabajadores.
El mundo del trabajo, los trabajadores en general, están huérfanos de representación y necesitan un partido con un programa político de lucha y no solo electoral, necesita construir un partido obrero que organice el descontento y canalice las luchas que, a la larga, son las únicas que a lo largo de la historia han demostrado que son las que cambian el mundo.
Son las luchas de los trabajadores del metal en Cádiz por mejorar un Convenio, por ejemplo, las que hay que retomar e impulsar, al igual que la lucha contra la privatización de la sanidad o la educación es imprescindible para frenar las maniobras politiqueras que hacen que verdaderamente los servicios públicos se estén deteriorando día a día y en todas las comunidades, gobierne quien gobierne, al igual que el tema de las pensiones.
Falta igualmente un programa de clase, audaz, que contenga la necesidad de prohibir verdaderamente los despidos, la subida de los salarios automática según suba el coste de la vida, el reparto del trabajo sin bajar los salarios, creación de una banca pública controlada por los trabajadores, parque de viviendas público… Este programa queda por construir, y no para presentarse a elecciones, o al menos no tan solo, sino para guiar las luchas que vayan arrancando mejoras reales con la movilización y el empuje de todos los trabajadores.