En la primavera de 2017, a partir del movimiento argentino “vivas nos queremos” contra la violencia de género, en más de 170 países se organizaron paros entre la población femenina. Millones de mujeres daban así expresión a reivindicaciones históricas; en todas partes del mundo padecen la explotación, la precariedad, la discriminación salarial entre hombres y mujeres, por si fuera poco, sufren la violencia ejercida por el machismo. Fruto de esos paros surge en 2018, a nivel mundial, la primera huelga de mujeres.
Este próximo 8 de marzo están convocadas manifestaciones y una nueva jornada de paro para las mujeres. Hay que aprovechar esta convocatoria para realizar asambleas y paros generalizados, manifestarnos en la calle y proponer una continuidad en la lucha obrera hacia movilizaciones generales de toda la clase trabajadora.
La situación general de explotación y precariedad que sufrimos las mujeres es común al mundo del trabajo, a los asalariados sin distinción de género, nacionalidad o etnia. Esta precariedad es fruto de una sociedad capitalista en manos de banqueros, empresarios y especuladores financieros que dominan la sociedad a través de la propiedad privada de los medios de producción.
Es en el mundo del trabajo donde más se aprecia la marginación a la que vienen siendo sometidas las mujeres. A esto hay que añadirle que todavía existe desigualdad en muchas tareas que tradicionalmente han sido exclusivas para ellas. Por ejemplo, en la limpieza, camareras de hotel, cuidados a mayores… Por otra parte, el machismo que significa el dominio y propiedad del hombre sobre la mujer todavía está extendido y tiene consecuencias terribles en la violencia de género.
La lucha feminista trabajadora no significa cambiar de dominación. Cambiar el dominio del hombre por el de la mujer. Al contrario: es la lucha por la igualdad real en la sociedad. Pero dentro de las organizaciones feministas hay un feminismo burgués y un feminismo trabajador. El primero sólo quiere ciertos derechos, condicionados al estatus económico, busca la igualdad formal, corporativa, entre los directivos, dirigentes, empresariado etc. Y tratan de separar los problemas de las mujeres trabajadoras del de la mujer en general. Sabiendo que el capitalismo condiciona las relaciones sociales, otorgando roles al hombre y a la mujer, se posicionan en favor de las diferencias biologicas para no cuestionar el verdadero problema.
No podemos esperar grandes logros de los políticos, pues entre ellos, sean quienes sean, las políticas más importantes están del lado del capital, de banqueros y de empresarios del Ibex. Las políticas de Rajoy no hicieron nada por mejorar las condiciones de la mujer trabajadora, ni las de la clase trabajadora en su conjunto. Sánchez y su gobierno a la última, no han dado un paso por abolir las reformas laborales.
Ahora, la entrada de la ultraderecha en el gobierno andaluz, entre otros despropósitos, pretende relegar al olvido los avances en materia de género conseguidos. La petición de Vox de conocer las identidades de quienes evalúan la violencia de género, es un ejemplo del interés en manipular las políticas de igualdad y para la mujer. Y ante estos y otros ataques, la clase trabajadora debe prepararse y estar unida. Cualquier atisbo de separar los problemas entre hombres y mujeres será utilizado contra la otra parte. La lucha debe ser de la clase trabajadora en su conjunto o no será.
Por todo ello las mujeres trabajadoras sólo podrán emanciparse, junto al resto de trabajadores, derrocando el capitalismo, eliminando la propiedad privada de los medios de producción, y así ir eliminando de las mentes humanas los rescoldos de la desigualdad y la explotación de unos seres humanos por otros.