Trump y Musk, los reyes de la selva

چاپ
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 13 de enero de 2025
13 de enero de 2025

Donald Trump, reelegido presidente de Estados Unidos, no ha esperado la investidura para demostrar que él era el jefe; y para que quede bien claro, ha multiplicado las declaraciones provocadoras para con sus propios aliados.

Al primer ministro de Canadá Trump le propuso fusionar su país con Estados Unidos, afirmando que “numerosos canadienses desean que Canadá se convierta en el 51 estado. Así se ahorrarían muchísimos impuestos y protección militar.”

Considerando que Estados Unidos tiene un derecho sobre el canal de Panamá, pide su “restitución”. Y sobre Groenlandia, pues solamente quiere anexionarlo y ofrece pagar por ello. Pues sí: con toda la prepotencia de un milmillonario, ¡Trump piensa que todo se puede comprar y vender!

Su compadre Musk, el hombre más rico del mundo, dirigente de Tesla, SpaceX y la red social X, se sumó a él, insultando abundantemente a varios dirigentes europeos y apoyando en su contra a los partidos de extrema derecha, cuya cotización está subiendo en el mercado de la demagogia.

Con ese dúo de milmillonarios, ¡se acabó el cuento del derecho internacional y la faramalla de la no intromisión y el derecho de los pueblos! Ya sólo queda un principio que valga: la ley del más fuerte y el imperialismo abierto.

Los defensores del orden actual nos sirven hasta en la sopa el discurso contra Rusia o China, a las que se acusa de objetivos imperialistas y de no respetar la democracia y la inviolabilidad de las fronteras. ¡Pues bien, el expansionismo sin complejos lo reivindica en realidad el líder del mundo supuestamente libre, el jefe de la OTAN!

Trump no está loco, ni Musk tampoco. Ellos ensalzan el sistema capitalista que los ha enriquecido y convertido en multimillonarios. Elogian su sistema basado en la explotación de los hombres y de la naturaleza al nivel global. No están locos, están confiados, porque conocen el poder de sus miles de millones.

No estamos acostumbrados a un lenguaje tan directo, porque lo habitual es que los dirigentes salven las apariencias, con sus discursos llenos de hipocresía, palabras vacías sobre el interés general, la prosperidad, la paz y la democracia. ¡Hasta la colonización nos la presentaron como una elogiable empresa civilizadora!

Desde Argelia hasta el Congo, desde Laos hasta Vietnam, ¿cuántos cientos de miles de civiles fueron masacrados por las tropas francesas y sometidos al trabajo forzoso por parte de la supuesta “patria de los derechos humanos”? Igualmente, en nombre de la libertad y la democracia, Estados Unidos apoyó una serie de golpes de Estado en América latina e implementó allí dictaduras sangrientas.

Trump no escatima en provocaciones, promete “el infierno sobre Gaza” si no se libera a los rehenes israelíes. ¿Acaso el “bueno” de Biden, al justificar todos los crímenes del Estado israelí, no ha convertido Gaza en un infierno, ya? ¿Acaso Biden, Macron, Scholz, en nombre de la lucha contra el antisemitismo, ahora mismo no dejan morir de hambre a los niños de la franja de Gaza, por no enfadarse con su aliado Netanyahu?

El orden imperialista sólo ofrece violencia y explotación para los pueblos y los oprimidos, digan lo que digan los discursos, belicistas o envueltos en llamamientos a la concordia, la paz y la fraternidad. La brutalidad y el odio que transmiten Trump y Musk están hechos a su imagen y semblanza.

Ese dúo infernal se parece al periodo en el que vivimos: un momento de lucha intensa por la primacía global, que ha desencadenado la guerra en Ucrania y la mantiene en África; un periodo de guerra comercial desenfrenada, en la que incluso los supuestos “aliados” están metidos en rivalidades mortales.

Los capitalistas que pierdan el acceso a las tierras raras indispensables en la electrónica, o a los datos numéricos, saldrán de la partida. Si el imperialismo estadounidense ve necesario incrementar la presión para echar mano de Groenlandia o del canal de Panamá, incluso si quiere mandar allí una armada, Trump hará lo propio, tal y como siempre lo hicieron sus predecesores tantas veces en el pasado. Vivimos sobre un polvorín.

Entre los fuegos que arrasan, las guerras comerciales que pueden impactar nuestros empleos y nuestros salarios, los peligros de crisis financieras, las guerras actuales y por venir, los dueños del mundo nos llevan al precipicio. Pero no lo harán sin provocar reacciones por parte de los pueblos y los oprimidos. Esas reacciones, tenemos que prepararlas, darles un objetivo político: derrocar a los reyes de la selva capitalista, expropiándolos e impidiendo que hagan daño.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 13 de enero de 2025