¡No seamos esclavos de su guerra comercial!

Textos del semanario Lutte Ouvrière - 10 de febrero de 2025
10 de febrero de 2025

Al proponer anexionar Canadá y Groenlandia o tomar el control de la Franja de Gaza y desalojar a los palestinos para convertirla en una nueva Riviera, Trump ha encadenado provocaciones contra los pueblos. Y cada día que pasa, promete al mundo entero una guerra comercial sin piedad.

Esto suscita miedo y muchas preocupaciones en el mundo laboral. Porque, si bien el conflicto comercial no es nada nuevo, los trabajadores saben cómo los patrones se lo hacen pagar imponiendo cada vez más competitividad.

Al mismo tiempo, algunos, incluso en el mundo laboral, no ocultan su admiración por Trump. Le atribuyen el mérito de defender a los estadounidenses y les gustaría que nuestros gobernantes hicieran lo mismo.

Ambas reacciones llevan al mismo resultado: a cerrar filas detrás de nuestros capitalistas, es decir, nuestros explotadores. Y esta es la única perspectiva defendida por los partidos políticos aquí en Francia, desde Le Pen hasta el Partido Comunista, pasando por Ruffin y Mélenchon y Macron. Porque todos nos machacan que debemos luchar por la industria y la soberanía de Francia. Y esta es también la política que defienden las confederaciones sindicales, empezando por la CGT, que presume de tener planes para reindustrializar Francia y garantizar su soberanía.

El proteccionismo, defendido a veces en nombre de la producción local con el pretexto del medio ambiente o el empleo, siempre equivale a lo mismo: librar la guerra económica con aranceles.

Es una política tan estúpida como perjudicial para los trabajadores. Ningún país del mundo vive en autarquía y es capaz de ser autosuficiente, ¡ni siquiera Estados Unidos!

En una puesta en escena espectacular, Trump firmó los decretos que imponían aranceles del 25 % a Canadá y México. Estos impuestos solo duraron 24 horas, el tiempo que tardó la Bolsa de Nueva York en desplomarse. Y, lejos de las cámaras esta vez, Trump los suspendió. Como todos los demagogos, tiene una boca grande, ¡pero brazos muy cortos!

Las tasas plantean tantos problemas a los capitalistas estadounidenses como los resuelven. Obstaculizan a las empresas estadounidenses, como General Motors, que están establecidas en México, y a las otras miles que trabajan con subcontratistas con sede en México o Canadá y cuyas piezas a veces pasan varias veces la frontera en ambos sentidos.

La misma interdependencia existe entre Estados Unidos, China y la Unión Europea. Musk, que posee una fábrica de Tesla en Shanghái y vende allí un tercio de sus coches, no quiere en absoluto enemistarse con Pekín. E incluso si Boeing, rival de Airbus, puede tener interés en promover el patriotismo económico, compra motores de Safran y sistemas de radio producidos en Francia por Thales.

En el enredo de la economía mundial, hacer creer que cada país puede ser económicamente soberano es pura mentira y demagogia.

Aquí, algunos trabajadores sueñan con una versión francesa de “Make America great again”. Pero cuando Trump habla de los “intereses de Estados Unidos”, se refiere a sus propios negocios y a los de Musk y compañía. No le importan en absoluto los trabajadores estadounidenses, obligados a tener dos empleos para salir adelante y que se endeudan de por vida para recibir atención médica.

Y aquí en Francia, ¿quién se cree que los beneficios obtenidos en la guerra comercial por Michelin, Stellantis, Renault, Sanofi o Thales beneficiarían a los trabajadores? Ya son grupos prósperos, y están eliminando puestos de trabajo e imponiendo condiciones de trabajo cada vez más duras.

Esta propaganda nacionalista cada vez más belicista tiene un objetivo político: convencernos de que el mundo está dividido en bloques de países competidores, y no en clases opuestas. Quiere persuadirnos de que nuestros intereses son los de nuestro patrón y de los accionistas. Y esto, para obligarnos a aceptar todos los dictados de los capitalistas: la carrera por el beneficio y la competencia a la baja, su negativa a pagar impuestos y su rechazo a las regulaciones sociales y medioambientales que, en su opinión, son obstáculos para la competitividad del país.

Pues no, este conflicto económico no es nuestro, ¡rehusemos ser carne de cañón! Hay otra opción: luchar contra el dominio patronal para acabar con la competencia entre trabajadores y con este conflicto comercial que destruye a los hombres y al planeta.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 10 de febrero de 2025