El sábado 20 de julio, las cadenas de televisión mostraron a 3.000 CRS atacando a cerca de 10.000 manifestantes que se habían reunido cerca del puerto de La Rochelle para denunciar los mega-balsas.
Macron y sus ministros acababan de sufrir una derrota electoral, pero fue bajo el mando del mismo ministro del Interior Darmanin que la policía lanzó gases lacrimógenos y empujó hacia atrás a los manifestantes. Darmanin se jactó de las detenciones, declarando: «Es difícil ver qué tiene que ver esto con la defensa del medio ambiente», confundiendo deliberadamente a los manifestantes del black-block, que habían venido a enfrentarse a la policía, con la masa de manifestantes. Pero es el primero en ocultar las verdaderas causas del descontento y de la intervención masiva de la policía.
El ministro y los medios de comunicación han intentado enfrentar a los ecologistas con los agricultores, que necesitan garantizar el suministro de agua para sus cultivos. Pero esto es mentira. En el mundo agrícola, pequeños y grandes tienen intereses opuestos. Y del lado de los manifestantes, esa misma mañana, los pequeños agricultores, apoyados por la Confédération paysanne, desbarataron a la policía para establecer un «bloqueo agrícola» con una docena de tractores en un terreno del grupo Soufflet, uno de los mayores exportadores de trigo de Francia.
En efecto, detrás del problema de los megacuencas, está el de la monopolización del agua por las grandes explotaciones cerealistas. En palabras de un agricultor implicado en el bloqueo: «Las megabalsas son un sistema para unos pocos privilegiados que tendrán derecho al agua de riego».
El objetivo de los manifestantes era el puerto comercial de La Pallice, en La Rochelle, porque es el segundo puerto exportador de grano de Francia, después de Rouen. Los mayores especuladores, como el grupo Soufflet, poseen allí silos gigantescos. Estos financieros de la agroindustria exportan cada año millones de toneladas de cereales a todo el mundo, que recogen en la región circundante. Y con las megabalsas han pretendido hacerse con el agua para garantizar el riego de las explotaciones cerealistas más ricas vinculadas a ellas, dificultando mucho el acceso al agua de los pequeños campesinos.
Los jóvenes que llevan varios años movilizándose en contra de las megabalsas denuncian, con razón, un sistema capitalista depredador que destruye la naturaleza y a las personas. Y es contra todos ellos que los prefectos regionales y Darmanin han desplegado todas sus fuerzas para apoyar los intereses de los grandes cerealistas.
Otra organización de agricultores, la Coordinación Rural, muy próxima a la extrema derecha, se opuso a los manifestantes contra Bassin. Y eso demuestra que está del lado de los agricultores más ricos y de la agroindustria.
En esta lucha, entre los más ricos por un lado y los campesinos más pequeños por otro, nuestra solidaridad como trabajadores está con los más pequeños, que no intentan acumular miles de millones sino que defienden su derecho a vivir dignamente de su trabajo. Y esta solidaridad con otros explotados enlaza con la lucha legítima que debemos librar por nuestros propios intereses. La clase obrera es la clase más explotada de la sociedad. Son los trabajadores los que mantienen en funcionamiento las fábricas, los transportes, las administraciones y los servicios... A medida que la crisis económica continúe y se agrave, los trabajadores serán los primeros en recibir los golpes del gobierno y de los capitalistas, al igual que hoy los pequeños agricultores.
Tenemos la fuerza para defendernos. Nuestro papel en la economía es mucho mayor que el de cualquier otra categoría social. Si millones de trabajadores de todos los sectores hicieran huelga juntos, ocupando sus lugares de trabajo, representarían una fuerza considerable. Podrían hacer que tanto las grandes empresas como el gobierno les temieran. Podrían representar una esperanza para los oprimidos por el capitalismo, es decir, la inmensa mayoría de la sociedad.
La conclusión que hay que sacar es la necesidad urgente del renacimiento de un partido obrero comunista revolucionario, que reúna a los trabajadores de todos los orígenes, represente sus intereses día a día y mantenga la perspectiva del derrocamiento del capitalismo. El futuro de la sociedad depende de ello.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 22 de julio de 2024