François Ruffin, diputado de LFI (“La France Insoumise”, partido de Mélenchon), abogando por la unidad de la izquierda en las elecciones del 30 de junio, estableció un paralelismo con la situación de los años treinta. Recuerda que la crisis de 1929 condujo al nazismo en Alemania, pero también al Frente Popular en Francia, gran triunfo de los trabajadores.
La conclusión sería evidente: ante la crisis y el auge de la extrema derecha, habría que reconstruir el Frente Popular. Los demás miembros del nuevo cártel de la izquierda han seguido los pasos de Ruffin, seguidos por varias confederaciones sindicales, y todos ellos están poniendo en la pila bautismal un nuevo Frente Popular.
Es cierto que, frente al poderío de cinco millones de obreros en las fábricas, el gobierno del Front Populaire tuvo que conceder cuarenta horas de trabajo, dos semanas de vacaciones pagadas y aumentos salariales en 1936. Pero no fue más que un breve respiro ante las consecuencias de la crisis del capitalismo y la marcha hacia la guerra.
Los jóvenes obreros que se fueron de acampada durante las primeras vacaciones pagadas del verano del 36 volvieron a trabajar 48 horas semanales en 1938, fueron llamados al servicio militar en 1939, luego murieron o fueron hechos prisioneros en 1940, y la población aguantó cinco años de guerra, dictadura y bombardeos. El capitalismo saldría de su crisis en la Segunda Guerra Mundial, a costa de cincuenta millones de muertos e innumerables horrores y destrucciones. Los gobiernos de los diferentes países imperialistas, bajo diferentes etiquetas y con diferentes políticas, habían conducido allí a los pueblos con plena conciencia.
La crisis de 1929, que inauguró la marcha hacia esta segunda carnicería, sí tuvo las consecuencias políticas inmediatas de las que habla Ruffin, el nazismo y el Frente Popular, pero evita decir lo que siguió. En ambos casos se trataba de desarmar a los trabajadores, mediante el terror o la mentira, para desviarlos de la vía revolucionaria y, en última instancia, convertirlos en carne de cañón para el ajuste de cuentas entre capitalistas.
Paul Galois