“Europa puede morir”; “está cercada por potencias regionales desinhibidas”; “el rearme global se acelera”…: buscando movilizar a sus tropas ante la perspectiva de una derrota en las elecciones europeas, Macron hace de campeón de la defensa europea. Se ha sumado al proyecto de escudo antimisiles al que antes se oponía.
Si bien la guerra está volviendo a Europa, los principales responsables son Macron y los demás dirigentes de las potencias imperialistas. El sistema que defienden consiste en la guerra económica permanente para acceder a las materias primas y conquistar los mercados en detrimento de sus rivales. Semejante competición explica por qué el mundo está al borde de la guerra general.
Putin invadió Ucrania procurando que los capitalistas occidentales se hagan con los mercados y recursos de este país de la ex Unión Soviética. Desde entonces, la OTAN, que quiere que Ucrania siga siendo una semi colonia del capital occidental, mantiene una guerra fratricida que destruye el país y diezma a su población.
El afán de hegemonía de las grandes potencias es la causa de muchas guerras en África, en Asia o en Oriente Medio. Está en el origen de la guerra entre Israel y los palestinos, ya que fueron los británicos quienes, para asegurar su influencia en una región rica en petróleo y estratégica para el comercio global, favorecieron la creación de un Estado judío a expensas de los árabes.
Los Estados Unidos han tomado el relevo y convertido a Israel en un aliado inquebrantable que vele por sus intereses en Oriente Medio. Sin embargo, si hoy día existe una potencia regional “desinhibida”, no se trata sino de Israel, quien masacra impunemente a los palestinos en Gaza, persiguiéndolos además en Cisjordania y provocando a Hezbolá en Líbano, así como a Irán, con el riesgo de incendiar toda la región.
La guerra económica también se da entre las grandes potencias imperialistas que se supone que son aliados, como los Estados Unidos y las potencias europeas. La única regla entre ellos es la correlación de fuerzas.
Gracias a su fuerza económica, los Estados Unidos pagan más para atraer a los industriales europeos que van a instalarse allí. Los capitales se marchan de Europa, rumbo a Estados Unidos, porque el mercado estadounidense es más amplio y menos fragmentado. Por su parte, con el argumento de la transición energética o la repatriación de la producción, los dirigentes europeos abren las cajas fuertes de sus Estados, y cada uno le facilita fondos primero a sus automovilísticas, sus eléctricas o sus constructoras nacionales.
La rivalidad económica permanente explica el por qué una Europa realmente unida es imposible en el marco del capitalismo.
Lo mismo en lo militar: la “defensa europea” sólo existe en los discursos de Macron. La defensa y el armamento son un mercado jugoso, en el cual también se da la guerra económica.
Así pues, Alemania no compra los cazas Rafale de la francesa Dassault sino los F-16 estadounidenses, mientras Francia ni se plantea comprar los tanques alemanes Leopard. Las empresas Nexter, Thales, Safran y los demás vendedores de armas galos exigen que el ejército francés sea su cliente exclusivo.
La guerra económica se introduce en todas partes. En una economía en crisis con unas capacidades de producción enormes y unos mercados saturados, esa guerra es cada día más áspera. En cada momento puede degenerar en un enfrentamiento armado.
La preparación de una guerra entre los dos gigantes, Estados Unidos y China, se está haciendo abiertamente. Para mantener su puesto de gendarme del mundo, Estados Unidos gastó el año pasado unos 900.000 millones de dólares, o sea el 40% del gasto militar total del planeta, y cuatro veces más que China.
Ya sea económica o militar el enfrentamiento, los capitalistas y sus servidores políticos siempre se lo hacen pagar a la clase trabajadora. Primero mediante la competitividad y recortando cada vez más en los presupuestos de hospitales y escuelas para comprar misiles. Luego, cuando las guerras estallan de verdad, enviando a los proletarios a los campos de batalla.
La guerra es inevitable en el capitalismo. Para tener paz, los trabajadores tienen que preparar la revolución, es decir la expropiación de la clase capitalista para tomar ellos las riendas de la sociedad. Hay que mantener esta perspectiva en las manifestaciones del 1º de Mayo y votando a la lista “Lutte ouvriere” en las elecciones europeas del próximo 9 de junio.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 29 de abril de 2024