Johnson dijo esta semana a un grupo de diputados tories que “la razón del éxito de las vacunas es el capitalismo, la codicia”. Al darse cuenta de que el gato había saltado de la bolsa, se apresuró a decirles “¡graben eso en sus memorias!
El cielo no permita que se le acuse de cuestionar la “innovación británica” o la “orgullosa asociación” entre la Universidad de Oxford y la empresa sueca AstraZeneca, establecida al atraer a la codiciosa farmacéutica AZ con grandes sumas de dinero público para ayudar a crear una vacuna “británica”. Sí, que proporcionará mucho dinero a los codiciosos accionistas, una vez que esta fase de la pandemia haya terminado.
De todos modos, esta “ocurrencia”, que se le escapó a Johnson, no era una crítica a la codicia capitalista. A lo largo de la pandemia, ha considerado que la codicia por los beneficios era la mejor motivación para que las empresas privadas “hicieran las cosas”.
Ha resultado ser un error fatal depender del sector privado para la adquisición de EPIs, de las pruebas Covid y del sistema de rastreo y aislamiento para salvar vidas. Durante 12 meses Deloitte, Serco, Sitel, solo han proporcionado “intentos”, pero ningún resultado. ¿Tantos “intentos” se necesitan en 12 meses para dilapidar 37.000 millones de libras de dinero público? Ese dinero es un precio muy caro a pagar para que Johnson “se arrepienta de los errores”, y mucho menos para que aprenda de ellos.
Esta política fue catastrófica y criminal. Se cuenta en las 147.179 personas que murieron por contagio de Covid (cifras de la ONS del 12 de marzo) en los escasos 12 meses transcurridos. Boris Johnson declaró el bloqueo demasiado tarde: resultando una de las cifras más altas del mundo por habitante. Sí, por la negativa de Johnson a frenar la avaricia de los capitalistas privados y a cerrar la economía para “salvar” un servicio nacional de salud con escasos recursos y fallido, cuya labor en realidad, es ¡para “salvar vidas”!
“¿Se arrepiente de algo de lo que ha hecho, Primer Ministro?”, preguntaron los periodistas apretujados. ¿Se arrepiente? No, culpó de su fracaso al hecho de que el Covid fue causado por un “nuevo” virus. Excepto que las pandemias de virus nuevos no son nada nuevo: hubo Ébola, Sars, gripe.
Raab lo achacó a la “falta de datos”. Otra mentira. Había muchos datos, pero para utilizarlos, los ministros tendrían que haber escuchado a los chinos y seguir su ejemplo. Es increíble que estos arrogantes fanáticos se negaran a hacerlo… para salvar nuestras vidas. ¿O no?
Hancock dijo en la televisión esta semana que este era “el año más duro de una generación”. El festival de lágrimas hipócritas de los políticos por “cada una de las vidas perdidas” es un espectáculo desvergonzado y enfermizo y debería pasar a la posteridad como la debacle política más cínica “en una generación”.
¿Campeón de las vacunas? ¿O perro en el gallinero?
La UE ha exportado a Gran Bretaña más de 10 millones de dosis de vacunas, sin embargo Gran Bretaña se ha privado de hacer lo mismo. Solo después de que la UE dijera que podría restringir la exportación de vacunas la semana pasada, el ministro de Asuntos Exteriores, Dominic Raab, salió al paso de forma hipócrita. Entre la ironia y la sorpresa expresó que sería “un error restringir o interferir esas exportaciones de vacunas”.
No importa que Gran Bretaña haya acumulado 400 millones de dosis de vacunas, ¡suficientes para vacunar a la población adulta cuatro veces! Johnson añadió “nosotros no creemos en los bloqueos”. Pero parece que tampoco cree en el reparto. Porque no hay ningún indicio de ello: el acopio de vacunas permanecerá en los frigoríficos británicos hasta que toda la población haya sido vacunada… A Johnson no le importa que a causa de la variante británica la 3ª ola de Covid esté empezando a engullir Europa, solo que inevitablemente “llegará a las costas británicas”…
Todos el mundo está diciendo que nadie estará a salvo hasta que el mundo entero esté vacunado. Pero Gran Bretaña, a diferencia incluso de la UE, que es pobre en vacunas, no ha presentado vacunas para los países pobres. Las ex-colonias, como el Yemen devastado por la guerra, no han recibido ni una sola dosis de vacuna, ni siquiera para el personal médico. Tampoco Sierra Leona.
Resulta que el plan Covax de la OMS, destinado a suministrar vacunas “equitativamente” a los países pobres, solo sirve de tapaboca ante la opinión pública, pero no tiene ningún respaldo real. La verdad es que mientras los científicos colaboran, los capitalistas no lo hacen. Compiten. Y lucharán a muerte por la mayor cuota de mercado. O hasta la muerte de varios millones de ancianos y pobres en este planeta de Covid. El interés mezquino y monetario es lo primero.
En tiempos de guerra, los gobiernos requisaban la industria para que trabajara en el esfuerzo bélico bajo el control del Estado. En la “guerra” actual contra el SARS-CoV-2, esto no se hace. Sin embargo, la única manera de evitar el caos en el suministro de vacunas sería requisar toda la industria de vacunas, centralizar y coordinar su fabricación y distribución y anteponer las vidas a los beneficios. Esta solución puede parecer descabellada, pero es la única. Y como primero requerirá el derrocamiento de la codicia, la clase obrera tendrá que prepararse para aplicarla. Nadie más puede, ni lo hará.