Grecia está de nuevo ante momentos difíciles: debe reembolsar 16 00 millones de euros al FMI de los cuales 300 millones a finales de mes. Aún no han llegado a ningún acuerdo. Cristina Lagarde (directora del FMI) ha evocado, antes de desmentirlo, una salida de Grecia de la zona euro.
Frente a estos intentos de atemorizar y chantajear de las instituciones europeas, recogidos por la prensa griega y extranjera, el jefe del gobierno griego Tsipras ha respondido con declaraciones que califican las pretensiones de los acreedores de absurdas pero al mismo tiempo expone lo que están dispuestos a conceder y los límites que no se deben sobrepasar.
El dirigente de Syriza recuerda que desde el 20 de febrero, para responder a las exigencias del Eurogrupo, su gobierno ha aceptado "seguir con el programa de privatizaciones con pequeñas modificaciones" y "realizar una gran reforma del IVA" que harían entrar en caja mil millones de euros. Ha prometido reforzar los controles fiscales. Ha aceptado una reforma de la seguridad social y ha "autorizado jubilaciones anticipadas, aumentando de esta forma la edad real de jubilación" . Tiene prevista una reforma laboral a pesar del compromiso de Syriza de "restablecer inmediatamente las normas europeas en materia derechos laborales". Por otra parte rechaza una nueva bajada de las pensiones de jubilación y la creación de impuestos suplementarios.
Condenado a hacer equilibrios Tsipras se dirige a los gobiernos europeos y a la opinión pública, sobre todo la griega. Exhorta a los gobernantes a ser más razonables que las instituciones financieras no elegidas y a llegar a un acuerdo que sea beneficioso para ambas partes. Recuerda a todos que ellos no quieren salir del euro. No escatima sus acusaciones contra los acreedores que han hecho bajar un 40% el presupuesto familiar medio entre 2008 y 2012 en Grecia, y que le obligan a hacer concesiones cuyo peso, protesta Tsipras, debería recaer sobre los mas acomodados.
Si creemos un sondeo de mitad de mayo de un canal de televisión, Tsipras mantiene aún la confianza de sus electores. Frente a sus acreedores desalmados hace gala de tenacidad pero tiene cada vez menos margen de maniobra para llevar a cabo su política reformista.
Mientras los bancos dejan escapar los capitales, que el gobierno no busca bloquear, y mientras los patronos griegos saben que sus derechos quedan intactos, los trabajadores griegos deben salir a la calle a hacer valer aquello para lo que han votado.