Las elecciones presidenciales de 1970 se desarrollaron, pues, en un contexto de relativa agitación popular.
Allende, el candidato dela Unidad Popular, llegó en cabeza.
La Unidad Popular se había formado en 1969 a través de la alianza del Partido Comunista, el partido más enraizado entre la clase obrera y que dirigía la Central Única de Trabajadores, la CUT; del Partido Socialista, que tenía a la vez mucha experiencia de participación gubernamental y una fraseología muy revolucionaria; del Partido Radical, o al menos lo que quedaba de ese viejo partido de las clases medias después de haberse derretido en favor de la democracia cristiana. También había el MAPU, producto de una escisión de esta última y, finalmente, dos pequeños partidos centristas.
Como el de la democracia cristiana en 1964, el programa de la Unidad Popular sólo era radical en palabras. Denunciaba vigorosamente el saqueo del país y la explotación de las masas populares, estigmatizaba el reformismo "incapaz de resolver los problemas del pueblo" y preconizaba "las transformaciones revolucionarias que el país necesita". Pero, prometiendo acabar rápidamente la reforma agraria de Frei y nacionalizar las minas de cobre, el programa de la UP era prácticamente idéntico al de la DC.
Las primeras cuarenta medidas a adoptar iban desde el control de los precios y la inflación hasta la distribución de medio litro diario de leche para todos los niños, pasando por el aumento de los salarios, los servicios médicos gratuitos y la construcción de alojamientos decentes.
Las libertades democráticas iban a ser ampliadas y una nueva Constitución refrendaría la creación de un Parlamento único como órgano supremo de poder.
Nacido en 1906 en el seno de una familia de tradición radical y masónica, Salvador Allende era ducho en lides parlamentarias. Su abuelo había sido jefe de los servicios médico-sanitarios del ejército chileno durante la guerra del Pacífico. Salvador Allende también era médico y masón. En su juventud, fue un dirigente estudiantil combativo y se vio muchas veces perseguido, detenido y procesado. En 1932, apoyó el golpe socialista de Marmaduke Grove y, en 1933. fue uno de los fundadores del Partido Socialista. A la edad de 30 años, fue ministro de Sanidad en el gobierno de Frente Popular de 1938. Desde 1945 fue senador y desde 1968 presidente del Senado.
El 4 de septiembre de 1970, Allende superó a Jorge Alessandri, el candidato del reaccionario Partido Nacional, de 40.000 votos, y al candidato de la democracia cristiana, Radomiro Tomic, de 200.000.
No habiendo obtenido ninguno de los candidatos la mayoría absoluta, correspondía al Congreso Pleno elegir entre las dos más altas mayorías relativas, cincuenta días después de la votación.
La izquierda sólo podía contar sobre 80 parlamentarios contra 45 por Alessandri y 75 democristianos. Todo dependía de estos últimos. Frei dudaba.
El trust norteamericano ITT, en conexión con la CIA, trató de influir sobre Frei para que la Democracia Cristiana se opusiera a la elección de Allende.
Entre el 4 de septiembre y el 24 de octubre, la derecha y el PDC desataron una campaña de terror. Hubo atentados contra edificios públicos. Un policía fue asesinado, otro herido. Allende sufrió dos atentados. Los grupos de extrema derecha incitaban al ejército a la sublevación, pero el jefe de las fuerzas armadas, el general René Schneider, se oponía a ello. Se decidió secuestrarlo, pero resistió y fue asesinado dos días antes que el Congreso se pronunciara en favor de la elección de Allende.
Desde el 13 de septiembre, Allende había lanzado esta advertencia: "El pueblo sabe defender su victoria. Si algunos alocados pretenden provocar una situación que rechazamos, que sepan que el país quedará paralizado, que empresas, industrias, talleres, escuelas, cultivos de los campos se detendrán: esta será nuestra primera demostración de fuerza. Que sepan que los obreros ocuparán las fábricas, que sepan que los campesinos ocuparán las tierras, que sepan que los funcionarios escucharán la voz y las consignas de la Unidad Popular. Que se den cuenta que somos conscientes de nuestras responsabilidades, pero que tengan en cuenta también la fuerza que representa un pueblo disciplinado y organizado".
¿Consiguió Allende convencer a la Democracia Cristiana de que era él quien mejor podía impedir los disturbios populares o bien Frei y los suyos prefirieron dejar que los partidos de izquierda se desprestigiaran gestionando la crisis económica?. Sólo los jesuitas que les confesaban podrían responder a esa cuestión.
En cualquier caso, el 24 de octubre de 1970, Salvador Allende era proclamado presidente de la República por la inmensa mayoría del Congreso: 153 votos a favor suyo por 35 para Alessandri y 7 abstenciones. Así, pues, fue gracias a los votos de casi la totalidad de la clase política que Allende pudo alcanzar el poder.
El 4 de noviembre, después de haber recibido el fagín tricolor de manos de Eduardo Frei, Allende, el socialista francmasón, asistía al Té tradicional.
Para otorgarle su apoyo, la Democracia Cristiana había exigido a Allende que aceptara un "estatuto de garantía de las libertades" elaborado por una comisión mixta Unidad Popular-Democracia Cristiana, que le obligaba a:
garantizar los derechos de la oposición y sobre todo su acceso a los medios de comunicación.
mantenerles sus puestos en la Administración, declarando la inamovilidad de los funcionarios.
velar para que la movilización popular no supere ciertos límites y respete las instituciones.
En efecto, se había estipulado que si "las asociaciones de barrio, los centros obreros, los sindicatos, las cooperativas y otras organizaciones sociales -muchas de las cuales habían sido puestas en marcha por la propia Democracia Cristiana- con las cuales el pueblo participaba en la solución de sus problemas (...) están dotadas de personalidad jurídica (...) esas instituciones no pueden pretender, en ningún caso, representar al pueblo ni substituirle ni tratar de ejercer poderes que pertenecen a las autoridades políticas".
Allende dijo que todo esto no cambiaba una coma en el programa de la Unidad Popular. Y no le impidió afirmar, el 5 de noviembre, en su discurso inaugural, que se trataba de una "victoria de los trabajadores".
Y Allende apoyaba sus afirmaciones citando incluso a Engels: "La evolución pacífica de la vieja sociedad hacia la nueva es concebible en los países donde la representación popular concentra todo el poder, donde, de acuerdo con la Constitución, se puede hacer todo lo que se desea desde el momento en que se tiene detrás a la inmensa mayoría de la nación". Añadiendo: "Y así es en nuestro Chile".
Allende veía no obstante de una forma muy realista la política de sus adversarios, ya que agregó: "Pero, durante los sesenta días decisivos que acabamos de vivir, Chile y el mundo entero han sido testigos, sin ambigüedad alguna, de las manifiestas intenciones de violar fraudulentamente el espíritu de nuestra Constitución, de frustrar la voluntad del pueblo, de atentar contra la economía del país y, sobre todo, de provocar a través de actos desesperados un choque sangriento, violento, entre nuestros ciudadanos".
Y, después de haber denunciado a los responsables, añadía: "Para garantizar la tranquilidad, la confianza y la paz de la nación, debemos enfrentarnos a ellos y desarmarlos desde ahora, bajo la responsabilidad del poder popular".
Sin embargo, no fue para desarmar y paralizar a todos estos reaccionarios que Allende se dirigió a la población, sino para pedirle que volviera inmediatamente al trabajo.