Este 1º de mayo se cumplen 66 días de guerra en Ucrania. Miles de muertos, heridos civiles y militares, millones de personas desplazadas y refugiadas, edificios civiles, fábricas, ciudades destruidas… Son las consecuencias de una guerra emprendida por Putin.
Viendo los medios de comunicación y su información sobre la guerra, parecería que Putin y Rusia son los culpables y el imperialismo occidental con la OTAN y EEUU como cabeza visible, los “inocentes”, los defensores de la paz y la democracia. Sin embargo el apocalipsis de las últimas guerras del siglo xx prueban que esta guerra no es más que la política imperialista por otros medios donde son tanto los militaristas de occidente como el régimen de Rusia los responsables. Y esta política solo persigue el dominio político y el beneficio de sus grandes empresas y élites burguesas. Sean oligarcas rusos o capitalistas europeos o estadounidenses. Y los pueblos sea el ruso o el ucraniano como el resto del mundo son los que pagan la factura económica y de muerte.
Esta guerra se eterniza y los contendientes reales Rusia y la OTAN, con EEUU al frente, cada uno en su posición, aumentan la escalada bélica. Está cada vez más claro que EEUU y la OTAN tienen como objetivo debilitar a Rusia de tal manera que, eternizando la guerra, llegue a un colapso económico y social. Según declararon los secretarios de Defensa y Estado, el nuevo objetivo de EEUU es «debilitar a Rusia”. “Ucrania cree que puede ganar la guerra; todos los que estamos aquí también” dijeron.
¿Cuánto tiempo puede seguir la población rusa apoyando a Putin? No lo sabemos. Pero lo que sí es cierto es lo que EEUU pretende, que no es más que impedir que los oligarcas rusos sigan controlando y beneficiándose de sus materias primas y energéticas, como el gas. Y todo ello para beneficio de sus propias multinacionales. EEUU ha convertido al ejército ucraniano en un peón eficaz para su guerra con Rusia. Según informaciones de prensa del «grupo de apoyo» de 40 países reunido en la base estadounidense de Ramstein, sólo pasan 72 horas desde que Biden aprueba un nuevo envío militar y éste llega al frente de combate. En menos de dos meses se movilizaron casi 5.000 millones de dólares en armamentos. Y los envíos siguen. Además, los asesores militares británicos asesoran a las tropas ucranianas para que ataquen suelo ruso; según los informes de las agencias de prensa tres provincias rusas habrían sufrido bombardeos.
Lo que ha cambiado entre el inicio de la guerra en Ucrania hasta hoy es la constatación de que las potencias imperialistas – la OTAN- arman militarmente cada vez más a Ucrania y, por otro, el debilitamiento del ejército del Kremlin, empantanado en una guerra que ni mencionan: siguen con la denominación de “operación militar especial”.
La participación del imperialismo occidental desde hace años en la región no es excusa para la agresión criminal de Rusia contra Ucrania. Detrás de ésta sólo hay intereses económicos y geopolíticos por controlar esta zona en competencia con los países de la OTAN. Rusia, con su régimen dominado por una casta estatal parasitaria, la burocracia, que ha privatizado y absorbido los medios de producción estatales desde la era Yeltsin, es un Estado capitalista más en competencia con los países imperialistas que quieren arrebatarles sus mercados.
Lo que enfrenta al imperialismo con Rusia es en el fondo los coletazos de la crisis de la economía mundial que obliga hoy a lanzarse a la carrera bélica. La guerra de Ucrania ofrece en bandeja el debilitamiento del ejército de Putin y de su régimen. Les abre además la oportunidad de buenos negocios armamentísticos y de materias primas, además de la futura reconstrucción que paliarán los efectos que la crisis económica capitalista tiene sobre la bajada de la tasa de ganancia generalizada desde la crisis de 2008.
“El capitalismo lleva en sí mismo la guerra como las nubes llevan la tormenta” decía Jean Jaures en el siglo XIX. En la hipótesis de que la crisis del sistema capitalista se descontrole aún más, el riesgo mencionado por Lavrov -Ministro ruso de Exteriores-, de sumir al mundo y a sus pueblos en una tercera guerra mundial, dejaría de ser una frase propagandística para hacerse realidad. Aunque…, ¿quién nos puede decir que no vivimos ya una guerra mundial si las guerras producidas en el mundo desde la terminación de la II Guerra Mundial han producido millones de muertos?