El viernes 15 de mayo, el Ministro de Salud de Brasil, Nelson Teich, dimitió, menos de un mes después que su predecesor y por las mismas razones: el presidente Bolsonaro no quiere oír hablar de la “tiranía” del encierro, demuestra su punto de vista multiplicando concentraciones donde saluda a la gente y aboga por el tratamiento de los enfermos con cloroquina.
Sin embargo, la pandemia ya ha matado a más de 16.000 personas en el país, al menos oficialmente. Y esta cifra probablemente necesita ser multiplicada para acercarse a la verdad. El sistema de salud se encuentra en tal estado de deterioro que sólo una fracción de los enfermos está siendo tratada o incluso registrada. La dedicación de los trabajadores de los hospitales no puede compensarlo todo, ni las medidas de contención decretadas tardíamente para su estado por algunos gobernantes. La alcaldía de Sao Paulo, la ciudad más grande y el centro de la epidemia, ha hecho excavar preventivamente 13.000 tumbas. En Manaos, en el Amazonas, las fosas comunes están siendo excavadas por bulldozer. No es sorprendente que los barrios obreros sean los más afectados: en Río, los barrios obreros del oeste están cinco veces más afectados que los barrios de lujo del sur, los de las playas de Copacabana o Ipanema.
Bolsonaro no ha perdido nada de su arrogancia, pero parece debilitado políticamente. Además de sus sucesivos ministros de salud, su ministro de justicia, Moro, renunció a finales de abril. Este ex juez de Curitiba, campeón de la lucha contra la corrupción y responsable de la condena y encarcelamiento de Lula, fue uno de los pilares del gobierno. Otro de estos pilares, el ministro de economía Guedes, manifiesta dudas sobre la política oficial. Los caciques de derecha están disparando balas rojas al presidente. El ex presidente Cardoso le aconseja que renuncie antes de ser depuesto. El gobernador de Sao Paulo, Doria, repite que el país está afectado por dos virus: COVID y Bolsonaro.
Estas personalidades critican la actitud de Bolsonaro hacia COVID, pero no su política económica, que está toda al servicio de la burguesía. El 1 de abril, emitió un decreto por la duración de la epidemia, exonerando en gran medida a la patronal de impuestos y autorizando recortes salariales y suspensiones de contratos de trabajo. Anunció que ahora propondrá a la Asamblea que este decreto se transforme en ley. El “día siguiente”, como lo prepara, será peor que hoy.