Crisis política en Venezuela: la oligarquía venezolana y el imperialismo contra las clases trabajadoras y los pobres

Imprimir
Febrero de 2019

El miércoles pasado, 23 de enero el opositor y presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, se juramentó como “presidente encargado”, para derrocar al actual presidente Nicolás Maduro. Maduro respondió inmediatamente acusándolo de golpista contraviniendo la constitución bolivariana aprobada por el pueblo de Venezuela en vida del presidente Hugo Chávez. A su vez, el mismo día de la proclamación de Guaidó, Donal Trump lo reconoció como presidente y ha bloqueado las cuentas de la petrolera venezolana que opera en EEUU. Tampoco han tardado mucho los países de la Unión Europea en exigir elecciones inmediatas para la presidencia, dándole un plazo de 8 días para que Maduro las convoque.

Las fuerzas internacionales imperialistas y la oligarquía venezolana han retomado con fuerza las presiones para eliminar el chavismo del gobierno del país. Esta es una ofensiva más, desde que en 1998 Hugo Chávez fuera elegido presidente. El interés fundamental de la oligarquía venezolana es eliminar un adversario incómodo y poner en el poder un representante directo de la burguesía venezolana y de las fuerzas imperialistas lideradas por EEUU. Para ello se aprovecha de una crisis social y económica sin precedentes.

Detrás de la proclamación de Juan Guaidó está el interés del capital internacional, el imperialismo y el nacional, por extraer y controlar los beneficios del petróleo en un país donde están las mayores reservas de hidrocarburos de Latinoamérica. Más allá de la justificación legal, las fuerzas derechistas buscan con el apoyo de EEUU, volver al gobierno derrocando las fuerzas chavistas bolivarianas que desde 1998 gestionan el Estado. Su estrategia combina el acoso económico internacional, el mediático demonizando el actual gobierno, tildándolo de dictadura, y en el plano interno impidiendo que haya recursos alimentarios, sanitarios y de todo tipo.

Las fuerzas imperialistas han bloqueado toda posibilidad de obtener recursos internacionales, el bloqueo bancario y del crédito para impedir que Maduro pueda utilizar la renta petrolífera en su apoyo. Internamente han provocado una crisis social y alimentaria para eliminar el apoyo popular que el régimen tuvo con Hugo Chávez y que Maduro ha sido incapaz de frenar porque no ha implementado ninguna medida contra la propiedad privada de la oligarquía venezolana. El 80% de la economía sigue en manos de la burguesía.

En Venezuela, a lo largo del siglo XX, se consolidó un capitalismo que se basa en la extracción y la exportación de petróleo y gas. La economía funciona alrededor de la renta petrolera y las fluctuaciones del precio internacional del petróleo son las que han determinado históricamente la dinámica de los procesos políticos. Casi toda la burguesía nacional vive de parasitar esa renta, a través del Estado o en la actividad privada, y de ella también extrae ganancias el capital imperialista internacional.

Y precisamente parte de esta burguesía fue desplazada del gobierno por Hugo Chávez en 1998, pero no de las estructuras económicas que siguen manteniendo en su poder. Por ello buscan ahora eliminar a Maduro para volver directamente al usufructo y gestión del Estado.

Desde 1999, el proceso que el fallecido Hugo Chávez y el chavismo encabezaron en Venezuela fue apoyado por numerosas organizaciones de izquierda, millones de trabajadores y miles de luchadores, en su país y en todo el mundo, entusiasmados por el proyecto que se autodenominó “Socialismo del Siglo XXI”. Surgió un “movimiento chavista” internacional que llegó a crear ilusiones en las masas pobres de America Latina.

La llegada al poder de gobiernos de izquierda en Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil y el apoyo de otros como Cristina Krichner en Argentina y de Cuba apoyaron ese proceso. Como variante de la “vía chilena” al socialismo de Salvador Allende, el chavismo propuso la legalidad vigente para construir un “socialismo bolivariano”. Pero la variante se quedó en nada. Las reformas electoralistas, las constituciones están llenas de buenas palabras pero las condiciones materiales de la sociedad son las que en realidad dan el poder a las clases sociales.

Las clases trabajadoras y populares no pueden subsistir con palabras bonitas ni ilusiones politiqueras. La tozuda realidad del capitalismo muestra que el poder está en la propiedad de los medios de producción, distribución y crédito y es su expropiación por la clase trabajadora y en la destrucción el aparato estatal de la burguesía, la única vía solución. Las ilusiones se pagan caro. Es el internacionalismo proletario, la construcción de un partido obrero internacional y la expropiación de la burguesía el único camino para el socialismo revolucionario.