Desde el discurso marcial de Macron contra Rusia, muchos trabajadores se preguntan si está dramatizando en exceso o si realmente nos dirigimos a la guerra.
Hay, por supuesto, un poco de teatro de por medio. Macron, como todos los líderes europeos, sabe muy bien que Putin no tiene ni el plan ni los medios para invadir Europa.
Además, Macron es aficionado a esta postura de caudillo, que ya adoptó durante Covid. Le ayudó a ganar la reelección en 2022 y ahora le vuelve a situar en el centro del juego político.
Pero todos los países se están rearmando por razones mucho más fundamentales que la prepotencia o la osadía de uno u otro político.
Las tensiones aumentan en todas partes como consecuencia de la guerra económica, cada vez más encarnizada. La lucha por la supremacía sobre tal o cual región y la guerra por los minerales, el petróleo, la energía o los mercados hacen estragos. La competencia entre buitres lleva tiempo sumiendo a regiones enteras en sangrientas guerras, y no sólo en Ucrania. La República Democrática del Congo, Sudán y Oriente Próximo también están asolados por guerras alimentadas por los apetitos y las maniobras de las grandes potencias.
Así que sí, la situación es grave. Putin desencadenó una matanza fratricida al invadir Ucrania para contrarrestar la presión occidental y proteger los intereses de los oligarcas rusos. Es un dictador, además de un asesino. Pero los dirigentes occidentales que han alimentado esta guerra para defender sus propios intereses imperialistas no son menos rapaces, cínicos y asesinos.
Trump negocia con Putin repartirse Ucrania, porque quiere un "retorno de la inversión". ¿Y qué hacen los dirigentes europeos? Piden a gritos que se les invite a la mesa para poder llevarse su parte del pastel.
La guerra en Ucrania está lejos de terminar. Macron y Starmer quieren imponer allí la presencia de tropas francesas y británicas. ¿Garantizarán un alto el fuego o serán el pretexto para nuevos enfrentamientos? Y ¿cómo evolucionará la rivalidad entre Estados Unidos y China? ¿Hasta dónde llegará la guerra comercial entre Estados Unidos y Europa?
Es imposible predecir qué enfrentamiento acabará en conflagración armada. Incluso es imposible predecir qué alianzas prevalecerán.
Henry Kissinger, Secretario de Estado estadounidense a principios de la década de 1970, explicó que "Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos permanentes, tan solo intereses".
Trump ha adoptado esta cínica regla, y es la regla de absolutamente todos los dirigentes políticos de la burguesía, incluidos los dirigentes europeos, aunque ahora intenten quedar bien hablando de democracia y de los derechos del pueblo.
Pero es también, y sobre todo, el principio rector de la clase burguesa que mueve todos los hilos. Es una regla básica de la sociedad capitalista: nada debe interponerse en el camino de la acumulación de miles de millones en manos de los grandes burgueses y financieros, ni el respeto por la humanidad y el planeta ni por ningún valor moral. Y si necesitan la guerra para hacer crecer su capital, habrá guerra.
Es esta clase social la que es capaz de enviarnos a la muerte por sus propios intereses. Es esta clase la que ya nos está explotando y matando por sus beneficios. Es a esta clase y a su dominación a la que debemos combatir.
Trump, Putin, Xi Jinping o un segundón como Macron pueden morir fácilmente, pero no la burguesía y su sistema capitalista, que está en la raíz de la explotación y las guerras. Para que éstas desaparezcan habrá que derrocarlas, es decir, expropiar a los capitalistas y dirigir colectivamente la sociedad y la economía a escala mundial.
Hoy, los trabajadores se sienten incapaces de hacerlo. Peor aún, ya ni siquiera tienen esa perspectiva, porque ya no se ven a sí mismos como una clase social capaz de actuar en su propio interés y cambiar la sociedad de arriba abajo.
Sin embargo, los trabajadores son una fuerza social como ninguna otra. Sin ellos, nada puede suceder, ni siquiera la guerra.
Lo vimos en el pasado cuando, en febrero de 1917, los campesinos y obreros rusos detuvieron la guerra sublevándose contra esa abominable masacre. No sólo derrocaron a un zar, sino que tomaron el poder en un intento de construir una sociedad completamente diferente.
Esas luchas pasadas de los trabajadores demuestran que es posible la intervención política consciente e independiente de los explotados. Es la única manera de frenar la evolución reaccionaria, nacionalista, guerrera y bárbara de la sociedad.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 17 de marzo de 2025