Este lunes, los agricultores han vuelto a la movilización. Su gran mérito es que no se dejan aplastar y, cuando las cosas no van bien, pasan a la acción. Su combatividad debe inspirar a todos los trabajadores, pues si bien muchos pequeños y medianos agricultores son tratados mal, ¿Qué pasa con las decenas de miles de trabajadores de la automoción, la química, la siderurgia y el comercio, que están a punto de perder su salario? ¿Qué pasa con los millones de obreros, empleados, los precarios que tienen que apretarse en cinturón porque hay alimentos básicos cuyo precio sigue demasiado alto y los sueldos no han subido al nivel de la inflación?
Y peor aún: es a los trabajadores a quienes el gobierno quiere imponer más sacrificios para apurar el déficit. O sea, es el mundo al revés: los más útiles e indispensables para la sociedad se ven amenazados en sus condiciones de existencia, mientras grandes parásitos, financieros, accionistas, milmillonarios se revuelcan en un lujo extravagante.
Mientras los trabajadores de Michelin o Auchan (Alcampo), pendientes de despido, viven en la angustia de qué les va a pasar, los miembros de las familias Mulliez o Michelin se dan la buena vida. Mientras hay agricultores que curran de sol a sol, el dinero se amontona en las cajas fuertes de las multinacionales de la agroindustria, de la química de abonos, los vendedores de semillas, los fabricantes de máquinas agrícolas, el comercio y los bancos que los aplastan.
¡No tenemos por qué dejar que nos pisen! La lucha colectiva es la única vía para ganar respeto. Pero hay que saber con qué reivindicaciones luchamos, y contra quién.
La movilización de los agricultores, organizada por el sindicato FNSEA, es dirigida contra el tratado comercial que la Unión Europea está pactando con América Latina, el Mercosur. Pero éste aún no está vigente, con lo cual no puede ser responsable de sus dificultades actuales.
Agitando el Mercosur se quiere ocultar lo esencial: la dominación de los mayores capitalistas sobre los productores más pequeños. Estos úlimos siempre están entre la espada y la pared, entre sus proveedores y sus compradores, la agroindustria y el comercio.
Por ejemplo, la familia Besnier, propietaria del grupo Lactalis y de una fortuna de 40.000 millones de euros, ha decidido reducir el volumen de la leche recogida para mantener sus márgenes. 500 ganaderos se encuentran sin cliente… ¿Cuántos van a desaparecer?
Los pequeños agricultores, al igual que los trabajadores asalariados, viven bajo la dictadura del gran capital, y su trabajo viene a engordar una serie de parásitos. Los mayores agricultores, por su parte, están del otro lado, como por ejemplo el dirigente de FNSEA, Arnaud Rousseau, patrón del grupo Avril (las marcas Lesieur, Puget…). Ellos se lucran con el comercio internacional con sus exportaciones.
Por lo tanto, no todos los agricultores tienen el mismo interés. ¿Podrán los pequeños imponer los suyos? ¿Seguirán trabajando por los más grandes? A ver.
Al igual que los pequeños agricultores, los trabajadores debemos apuntar a los verdaderos responsables, los cuales (Michelin, Stellantis, Valeo…) se ocultan detrás la competencia internacional, a la que llaman “desleal” cuando pierden. El mismo discurso lo repiten todos los políticos y a veces los jefes sindicales. Sin embargo, denunciar a los Chinos o a los Brasileños supone eximir de su responsabilidad la gran patronal, a la que tenemos en frente, y esto nos reduce a la impotencia.
Las mismas multinacionales capitalistas que lloriquean hablando de la competencia extranjera defienden las leyes del mercado y la competencia al nivel nacional e internacional. Son los agentes de la competencia porque, para ellos, la competencia es la única manera de “ir a comer en el plato del vecino”, como dijo con elegancia el patrón de Stellantis, Carlos Tavares.
La única obsesión de esas fieras es comerse los unos a los otros, ganar cuotas de mercado y hacerse más rentables que sus rivales. Lo hacen todo a expensas de los trabajadores, por supuesto.
Por todo ello, obreros, empleados, ferroviarios, trabajadores del sector público y pequeños agricultores, no tenemos otra opción para ganar respeto: tenemos que luchar por nuestros intereses de clase contra la gran patronal que nos explota, contra su codicia y la locura de su sistema. Hay que luchar por otra sociedad, una sociedad organizada colectivamente, planificada y liberada de la competencia.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 18 de noviembre de 2024