Aquellos trabajadores que veían en la Agrupación Nacional (RN, en francés) una forma de deshacerse de Macron se sienten engañados por el juego político que se interpuso en su camino. Por el contrario, para aquellos que temían las políticas del RN y los ataques anti-inmigración, la relativa victoria del Nuevo Frente Popular es un alivio.
Pero a menos que se produzca una explosión social procedente de la clase obrera, este alivio sólo puede ser efímero. La sociedad sigue hundiéndose en la crisis. Y no es sólo la inestabilidad política y una mayoría ilocalizable lo que corre el riesgo de condenar al próximo gobierno a la parálisis, sino el agravamiento de la crisis económica.
Las quiebras de empresas se multiplican, amenazando decenas de miles de puestos de trabajo. La presión de los financieros sobre el Estado, endeudado en 3 billones, es más fuerte que nunca. Las rivalidades entre los grandes grupos capitalistas se exacerban. Ya han pesado en la guerra de Ucrania, mientras que Estados Unidos y China se preparan para un enfrentamiento militar.
En este contexto, incluso con la llegada de un gobierno de izquierdas, nadie puede creer en Papá Noel. La gran burguesía seguirá imponiendo sangre y lágrimas a los trabajadores, y el gobierno, a su servicio, le ayudará a hacerlo. ¡Y no será la primera vez que Hollande, Faure e incluso Mélenchon apoyen los despidos, los cierres de empresas y las medidas de austeridad para los trabajadores!
Un gobierno de este tipo tampoco protegerá a los trabajadores de origen extranjero del rechazo racista e incluso del odio. Este veneno está presente en toda la sociedad, incluso en el corazón del aparato del Estado y en la policía. Y seguirá actuando, porque el RN no se ha debilitado. Su peso político y su influencia en toda la sociedad nunca han sido mayores. Y no hará más que fortalecerse cuando, con el paso de los meses, el próximo gobierno o los próximos gobiernos demuestren que no tienen nada que ofrecer a los trabajadores más que nuevos retrocesos.
Nada positivo ocurrirá para el mundo del trabajo sin una confrontación con la gran burguesía y su sistema. Ningún político quiere eso, porque todos son fieles servidores del capitalismo.
Para defender sus intereses, los trabajadores deben redescubrir el camino de la lucha colectiva, sabiendo que hay que derrocar la dominación de la burguesía.
El próximo gobierno puede llamarse Nuevo Frente Popular, en referencia a mayo-junio de 1936, cuando los trabajadores consiguieron vacaciones pagadas y la semana de 40 horas. Pero, contrariamente al mito inventado por la izquierda, estos avances no fueron concedidos por Léon Blum y su alianza de gobierno. Fueron conseguidos por una de las huelgas generales más poderosas que el país había visto jamás, con una oleada de ocupaciones de fábricas.
Por miedo a perderlo todo, los empresarios de la época concedieron vacaciones pagadas, que ni siquiera se mencionaban en el programa del Frente Popular. Lejos de alentar la victoriosa movilización, el papel del gobierno Blum fue, por el contrario, canalizarla para que los trabajadores no desafiaran la propiedad privada de las fábricas y el poder de la patronal.
El último acto político de la Cámara del Frente Popular fue votar plenos poderes para el general Pétain. En otras palabras, el Frente Popular ni protegió a los trabajadores ni puso freno al fascismo y a la guerra. Esta historia debe servirnos de lección a todos.
El capitalismo nos condena a la explotación y a la destrucción del planeta. Está hundiendo a la sociedad en la desigualdad, el odio nacionalista y racista y la guerra. Sólo la fuerza y la unidad del mundo del trabajo, movilizado contra la gran burguesía, puede impedirlo.
En esta perspectiva, es necesario construir un partido que reúna a los trabajadores de todos los orígenes en torno a la conciencia de que el mundo del trabajo sigue siendo la única fuerza revolucionaria.
Mañana, aunque no haya un gobierno duradero, la sociedad seguirá girando, porque los trabajadores somos sus cimientos. La riqueza, los beneficios y el capital de la burguesía no pueden acumularse sin nosotros. Somos indispensables. Esto nos da los medios para hacernos respetar y luchar, pero también y sobre todo para derrocar el poder de la burguesía para dirigir nosotros mismos la sociedad.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 8 de julio de 2024