Tras las elecciones presidenciales celebradas en Venezuela el 28 de julio, el presidente en funciones, Nicolás Maduro, se atribuye la victoria, que le disputa el candidato opositor Edmundo González Urrutia.
Maduro habría obtenido el 51% de los votos y su oponente, el 44%. Pero este último denuncia fraude y afirma haber obtenido el 70% de los votos, apoyado por la líder de la oposición, María Corina Machado, a quien Maduro impidió presentarse a las elecciones. Se produjeron enfrentamientos entre partidarios de la oposición y fuerzas policiales. No sabemos el alcance del fraude, ni quiénes se beneficiaron realmente del mismo, pero estos días posteriores a las elecciones confirman aún más la crisis del régimen chavista.
En 1998, Hugo Chávez se benefició del colapso de los principales partidos de derecha e izquierda, cambió la constitución y lanzó programas sociales. Desde su punto de vista, los ingresos petroleros (Venezuela posee inmensas reservas de petróleo) ya no deberían beneficiar exclusivamente a las grandes empresas estadounidenses o inglesas y a la clase rica, sino también a las clases trabajadoras. Hasta la muerte de Chávez en 2013, se habían implementado programas sociales y la tasa de pobreza había disminuido significativamente.
Sin embargo, a principios de los años 2000, en cuanto una pequeña parte de la renta del petróleo se utilizó a favor a los más pobres, la burguesía, con el apoyo de Estados Unidos, intentó dos golpes de Estado para derrocar a Chávez, a quien la población apoyaba. Chávez se benefició del alto precio del petróleo y había establecido asociaciones, especialmente con Cuba. A cambio del petróleo venezolano, Cuba envió sus médicos. Se hablaba entonces de “socialismo bolivariano”
Para contrarrestar las sanciones económicas estadounidenses, Chávez buscó el apoyo de Rusia, China e Irán, alianzas intolerables para Washington. Sabiendo que se iba a morir, nombró a Maduro su sucesor. Aunque las elecciones lo confirmaron, Estados Unidos no lo aceptó y aumentó sus sanciones, privando a Venezuela de importantes recursos. Al mismo tiempo, la caída de los precios del petróleo complicó mucho la situación. Durante las elecciones de 2019, Estados Unidos presionó a su candidato para que intentara un golpe de estado, y él intentó sin éxito reunir a los militares.
Durante sus doce años en el poder, Maduro logró colocar a personas leales en puestos de responsabilidad y darle cada vez más importancia al ejército. También ha fortalecido su control en los barrios obreros apoyándose en grupos armados que supuestamente se oponían a los narcotraficantes. Esto ha llevado a rivalidades entre la policía y estos grupos y ha aumentado una inseguridad ya importante.
La situación económica ha seguido deteriorándose. La caída del precio del petróleo provocó que las rentas se desvanecieran y la producción de petróleo colapsara. Los adversarios de Maduro, apoyados por Estados Unidos y la Unión Europea, van ahora denunciando la corrupción y la mala gestión del régimen, mientras parte de los problemas derivan de sus sanciones económicas.
La población ha pagado un alto precio por esta degradación. Las importaciones insuficientes de alimentos y medicinas han generado una hiperinflación y un mercado negro, que hacen imposible que las clases trabajadoras accedan a las necesidades básicas. Siete millones de habitantes han abandonado el país. Los más ricos se han ido a Estados Unidos o Europa, mientras que los más pobres van amontonándose en campos de refugiados en los países vecinos.
El partido chavista conserva el apoyo de los más pobres, aunque a menudo tienen que conformarse con un paquete de alimentos mensual insuficiente, y todavía cuenta con el apoyo del ejército. ¿Pero cuánto tiempo puede durar esta situación? Si bien Estados Unidos ha renunciado a la intervención armada directa mencionada por Trump, siempre ha mantenido la presión con la esperanza de provocar un levantamiento de la población o del ejército contra Maduro.
Si el llamado “socialismo bolivariano” resultó ser un espejismo, y si el régimen sólo se mantiene unido hoy gracias al control del ejército, es ante todo el resultado de esta presión del imperialismo. No puede haber socialismo en un solo país, ni siquiera en Venezuela con su riqueza petrolera: es el sistema imperialista el que hay que derribar. Esto requerirá mucho más que las políticas de un oficial tercermundista como Chávez.
Jacques Fontenoy