La huelga de controladores de la SNCF (grupo ferroviario francés) del pasado fin de semana provocó un brote de fiebre antiobrera: los lacayos de la burguesía, que aplauden los superbeneficios y consideran normal que los accionistas cobren dividendos que aumentan un 20 o 30% al año, se volvieron locos contra los llamados "ferroviarios privilegiados".
En primera línea estaban los senadores de derechas. Estos señores acaban de votarse a sí mismos un aumento de 700 euros en sus gastos, que pasarán de 5.900 a 6.600 euros al mes, porque, según explican, la inflación y los Juegos Olímpicos están disparando los costes hoteleros. Pero eso no les impide calumniar a los controladores, que, según dicen, "no tienen nada de qué quejarse".
No se "quejan", luchan, y saben por qué: 500 euros al mes de prima de trabajo, medidas de ajuste para los que se acercan a la jubilación y contrataciones para que haya dos controladores en cada TGV.
Como todos los trabajadores, los controladores de la SNCF quieren que se mantengan sus condiciones de trabajo y su salario. Los políticos y los medios de comunicación han intentado enfrentar a los usuarios del ferrocarril con los trabajadores ferroviarios, pero esto no ha funcionado con muchos trabajadores, precisamente porque sus reivindicaciones se hacen eco de las de todo el mundo laboral.
La escalada de precios que estamos sufriendo es muy superior al 5% de inflación anunciado oficialmente. ¿Quién es el obrero, el dependiente, el cajero, el técnico o la empleada de hogar que está satisfecho con su salario? Desde hace años se suceden los despidos. Entonces, ¿quién no tiene reivindicaciones en materia de efectivos y de condiciones de trabajo?
Los políticos han fingido preocuparse por las vacaciones de los trabajadores, cuando en realidad ellos y las grandes empresas son los primeros en estropeárnoslas haciendo retroceder nuestros derechos y nuestro poder adquisitivo.
Mientras unas pocas familias se han visto privadas del esquí, no olvidemos que millones de otras no han pisado nunca una estación de deportes de invierno. No por falta de trenes, sino porque después de pagar la factura de la luz y repostar gasolina, ¡no queda nada!
Exigir un aumento del salario base -el salario que se paga todos los meses, que proporciona un mínimo cuando se está enfermo y que cuenta para la pensión- es una preocupación compartida por todos los trabajadores. Y este aumento debe estar indexado al nivel real de inflación que todos medimos cuando vamos a comprar y tenemos que pagar todas nuestras facturas.
Es una lucha que tenemos que librar, porque aunque miles de millones vayan a parar a las arcas de las grandes empresas, éstas no cederán nada significativo a menos que se vean obligadas a ello por los trabajadores movilizados.
Esta lucha comienza a veces en un departamento o taller en el momento de las negociaciones anuales obligatorias, que ponen de manifiesto la rapacidad de los empresarios. Pero para hacer pagar a los grandes patronos, es necesario que la acción colectiva y el espíritu de lucha se extiendan a todos los oficios y a todos los sectores.
Las huelgas de los ferroviarios enfurecen a los defensores de la patronal, porque son una demostración espectacular del peso de los trabajadores en la sociedad. Con el 70% de los trabajadores del TGV en huelga, los controladores han interrumpido el tráfico. Esto demuestra hasta qué punto son indispensables para el buen funcionamiento de la sociedad. Esto da una idea de la fuerza que representarán todos los contingentes de asalariados cuando se unan en la lucha, y arrastrando a los pequeños agricultores, artesanos y comerciantes aplastados por el gran capital (esperemos).
Siempre habrá parásitos que nos den lecciones y nos expliquen, como hizo el Primer Ministro, que "los trabajadores tienen el deber de trabajar". Gracias, señor Attal (el primer ministro francés), cuando se pertenece al mundo del trabajo, ¡se sabe que hay que hacerlo!
Pero también sabemos que el derecho a cobrar lo tienen la burguesía, los grandes accionistas y los grandes patronos, como el patrón de LVMH, Bernard Arnault, que en 2023 ganaba el equivalente a un salario mínimo cada 15 segundos.
Por tanto, ¡viva los trabajadores que luchan por defender su nivel de vida y sus condiciones de trabajo! Sea cual sea nuestro sector de actividad, nuestra lucha es legítima. Marchemos con la cabeza alta y luchemos por nuestros intereses, con el objetivo de extender la lucha, porque es uniéndonos como los trabajadores podremos invertir realmente la relación de fuerzas con la gran patronal.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 19 de febrero de 2024