En Gaza, el terrorismo de Estado inseparable de la dominación capitalista

Imprimir
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 18 de diciembre de 2023
18 de diciembre de 2023

El ejército israelí anunció la muerte de tres rehenes el viernes pasado en la Franja de Gaza. Los mataron sus propios soldados. Los rehenes habían aparecido en un sector de combates intensos, agitando una bandera blanca y hablando en hebreo. Igual se los consideró un peligro y se los mató.

Netanyahu habló de un error, de un accidente trágico. ¡No por error se mata a hombres desarmados que agitan una bandera blanca! El ejército los mató porque lleva dos meses empleando una política de terror al matar sin distinción a niños, mujeres, mayores y milicianos de Hamás.

El ejército israelí ya ha matado al menos 20.000 personas en la Franja de Gaza, o sea dieciséis veces más que los muertos del 7 de octubre; hay que sumar los que desaparecieron en los escombros, rehenes incluidos. Los bombardeos indiscriminados, que sorprenden y matan a los civiles en sus quehaceres o en su sueño, son decisiones políticas. Esto se llama terrorismo de Estado.

No es a Hamás a quien el ejército israelí quiere aterrorizar: Hamás es un mini aparato de Estado y un mini ejército, preparados para hacer frente. Desde el principio, Netanyahu sabe que Hamás sobrevivirá al derrame de fuego, puesto que sus principales dirigentes llevan largo tiempo en lugar seguro. También sabe que Hamás seguirá siendo uno de sus interlocutores, como ya lo es en las negociaciones actuales.

El gobierno israelí busca espantar a la población palestina. Necesita quebrantarla para muchos años, para que se resigne a las soluciones que Israel junto con las grandes potencias decidirán para ella. Y todas las grandes potencias, encabezadas por Estados Unidos, entienden esa necesidad. ¿Cuántas veces los propios EE.UU. usaron métodos similares? ¿Cuántas Gaza en Vietnam, en América Latina, en Irak, en Afganistán? ¿Cómo no recordar el terror que EE.UU. impusieron a los japoneses en 1945 al tirar dos bombas atómicas, una sobre Hiroshima, la otra sobre Nagasaki?

La burguesía estadounidense construyó su liderazgo sobre el resto del mundo gracias a los capitales que había acumulado, pero también usando la violencia de su Estado cada vez que lo necesitaba para hacerse con tierras, eliminar a un competidor o aplastar a un pueblo indócil. Esa política sin piedad la hizo dueña del mundo.

La que nos presentan como la mayor democracia del mundo, la democracia estadounidense, sí es responsable de la masacre en Gaza. Biden podría detener el brazo de Israel. Los bombardeos cesarían en unos días si Estados Unidos dejara de entregarle municiones. Lejos de ello, acaban de pasarse por lo alto un voto de la ONU para pedir un alto el fuego humanitario en Gaza, porque fundamentalmente están de acuerdo con la política de terror.

La masacre de los palestinos demuestra una vez más que las reglas internacionales y el respeto de los derechos humanos son cuentos chinos. Quien decide son los más potentes, los más ricos, los mejor armados.

Por lo general, imponen la explotación y la dictadura de sus miles de millones a través del mercado y la competencia. Es catastrófico para los pueblos y para el futuro del planeta, explotados ambos hasta el agotamiento. Sin embargo, mientras eso no provoca rebeliones, la supremacía de la gran burguesía puede disfrazarse de libertad y democracia, como sucede en la mayoría de los ricos países imperialistas. En cambio, en cuanto ve cuestionado su poder, la fachada democrática se derrumba y aparece la opresión directa y violenta del aparato estatal reducido a su esencia: la de una banda de hombres armados.

Hoy en día, los dueños del mundo utilizan los dos métodos de dominación. En Estados Unidos o en Francia, por ejemplo, países en donde la gran burguesía no se siente amenazada por una revuelta general, Biden y Macron dirigen a través de todo el circo democrático. Contra los palestinos, defienden la política de las bombas y de las cárceles israelíes.

Ambas políticas son las dos caras de la misma moneda: la dominación del sistema capitalista, de la gran burguesía con sus Estados. No obstante, y por muy feroz que sea, hay que recordar que esta supremacía no es más eterna que la de los emperadores o los reyes.

Mientras existan explotados y explotadores, habrá rebeldes, y cabrá la posibilidad de transformar la sociedad. Los trabajadores tienen recursos para luchar y obrar por una sociedad colectiva, orientada hacia el interés de la humanidad. El futuro pertenece a quienes estarán convencidos de ello.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 18 de diciembre de 2023