¡Alerta máxima! ¡Urgencia! – es lo que se oye decir a los dirigentes europeos. ¿Qué provoca tal pánico? ¿La guerra de Ucrania y la amplificación de la rivalidad internacional? ¿El calentamiento global? ¿Acaso la inflación, que por todas partes está agravando la miseria y el caos económico?
Pues no. Los dirigentes europeos entran en pánico porque unos 11.000 migrantes llegan a la isla de Lampedusa; su actitud no sólo es ridícula, sino abyecta.
No trae ningún peligro la llegada de unos millares de personas a una Unión Europea que cuenta con casi 450 millones de habitantes. Esas mujeres y esos hombres se convertirán en trabajadores y tomarán su sitio a nuestro lado en las cadenas de producción, las obras, en las cocinas de los restaurantes, en los servicios de custodia y de limpieza.
Lo que sí es para volverse loco es la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan. Los dueños del mundo, o sea los jefes de los Estados más potentes y la gran burguesía financiera, comercial e industrial, son incapaces de dirigir la sociedad correctamente.
Son incapaces de garantizar el mínimo vital para los ocho mil millones de seres humanos del planeta, incapaces de mantener la paz entre los pueblos, incapaces siquiera de preservar lo existente, ya que, a causa de la sequía, las inundaciones o las guerras, cada vez más sitios en el mundo se vuelven inhabitables.
Su sistema sólo consiste en el pillaje, la acumulación y el despilfarro, a los que se suman mil y una persecuciones. Y nos dicen que el problema vendría de los más humildes, que procuran escapar de su suerte…
Con la entrada de mujeres y hombres procedentes del otro lado del Mediterráneo, a la puerta de las clases dirigentes tocan las desigualdades y la miseria que ellas mismas crearon. Y sólo es el principio, puesto que el número de personas desplazadas no deja de crecer al nivel global.
Es preciso que los trabajadores, entre los cuales muchos venimos de la inmigración, tengamos nuestra política propia acerca de los migrantes. Una política de clase debe consistir en acoger a esos futuros trabajadores entre las filas de los explotados. Forman parte de nosotros, su futuro será sumarse a las luchas que todos los trabajadores tenemos que llevar a cabo contra la explotación.
La política europea de cierre de fronteras es criminal, siendo su mayor resultado el haber convertido el Mediterráneo en cementerio. Y el postureo de la extrema derecha, que promete cerrarlas por completo y acabar con la inmigración no es más que eso, postureo.
En Italia, la presidenta del Consejo ultraderechista Meloni ganó las elecciones prometiendo o bloqueo naval contra los migrantes. Ella decía que iba a encargarse de las fronteras de su país, con un discurso idéntico al de Le Pen en Francia. Sin embargo, Lampedusa sigue estando a 170 kilómetros de Túnez, y las pateras clandestinas siguen llegando, porque mientras haya tanto sufrimiento en el mundo, mujeres y hombres tomarán el riesgo de morir en busca de una vida mejor.
Todos los dirigentes de este mundo expresan un desprecio matizado con odio profundo hacia los más pobres, quienes para sobrevivir sólo cuentan con sus músculos y su cerebro. Por mucho que los capitalistas necesiten a los trabajadores extranjeros (lo cual es verdad en toda la UE), sus políticos siguen con la demagogia y hacen la vida imposible a los inmigrantes, tanto a quienes acaban de llegar como a los que llevan largo tiempo instalados aquí.
Pasa lo mismo en Francia, con la preparación de la ley de inmigración del ministro de Interior, Darmanin. Éste se ve obligado a reconocer que la patronal necesita de trabajadores inmigrados. Es cierto: ¿cuántos hospitales funcionarían sin los sanitarios extranjeros? ¿Cuántos restaurantes, cuántos hoteles…? ¿Qué sería de las obras de los Juegos Olímpicos de 2024 sin los trabajadores sin documentación? Por otra parte, Darmanin quiere parecer más hostil a los migrantes que Le Pen, por lo que se niega a regularizar a los trabajadores sin documentación, y va a seguir haciéndoles la vida imposible, con sus eslóganes de extrema derecha.
La clase dirigente es incapaz de gestionar la sociedad correctamente, pero se ha hecho toda una experta en el arte de dividirnos. ¡No caigamos en la trampa de la división! ¡No dejemos que nos enfrenten con otros trabajadores, más pobres aún que nosotros! Contra el orden global cada día más bárbaro y contra la clase capitalista que lo domina, todos estamos del mismo lado de la barricada. ¡Que cada uno de nosotros sea consciente de ello!
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 18 de septiembre de 2023