¡Quitar a los capitalistas su poder de destrucción!

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 17 de julio de 2023
17 de julio de 2023

La pausa del verano no puede hacernos olvidar una situación que se degrada con alta velocidad. Tanto los que han podido irse de vacaciones como los que no, todos nos enfrentamos a la inflación y a la carestía de la vida. El calor aplastante sólo es un aspecto catastrófico del calentamiento global. Y en Ucrania, sigue la guerra con sus destrucciones.

Durante el periodo de vacaciones resaltan varios retrocesos de la sociedad, como en un espejo de aumento: el calor veraniego hace más duras las condiciones de trabajo y más insoportable el vivir en unas viviendas estrechas en los sobrepoblados barrios populares. A esto se suman los cierres o atención reducida en los servicios útiles para la población, especialmente en los hospitales, que están en una situación imposible.

No hay ninguna novedad. La degradación de nuestras condiciones de vida es progresiva e insidiosa. No se toman fotos espectaculares de lo destruido. Sin disparos de morteros pirotécnicos, sin incendios como durante los disturbios de hace unas semanas. No es que se queme los hospitales: ¡se los vacía de sus trabajadores! No es que se quemen las viviendas que echamos en falta: ¡no son construidas! No hay robos que salgan en la tele, sino que toda la sociedad es víctima del pillaje. Todo esto, con “orden”, o sea, el orden de la explotación que tanto aman la derecha y la ultraderecha.

La gran patronal se enriquece como nunca antes a expensas de los trabajadores, saqueando sus condiciones de trabajo, manteniendo los sueldos a ras de suelo y amenazando a quienes quieran protestar. Y, por si fuera poco, luego nos roba con la inflación, porque sí, es la patronal la que decide subir los precios para aumentar sus beneficios.

Los capitalistas usan mil y uno subterfugios más o menos legales para evadir miles de millones de los impuestos. Los políticos que pretenden ser la punta de lanza de la lucha contra los delincuentes no gritan al ladrón. Mientras tanto, la patronal sigue chupando del dinero público mediante subvenciones y ayudas diversas.

Los miles de millones que deberían servirle a la población para que las clases populares vivan mejor son acaparados por la gran burguesía. Este año, Bernard Arnault, que encabeza la lista de los más ricos, ha recibido unos 2.840 miles de millones de euros en concepto de dividendos, o sea cinco salarios mínimos al minuto. Al otro lado del tablero, hay familias trabajadoras que no pueden comprar siquiera frutas ni verduras. El abismo entre ambos polos es el resultado del robo legal.

Pensiones, derechos sociales, hospitales, escuelas, medio ambiente… los dueños de la sociedad, o sea la clase capitalista y los políticos a sus órdenes, están saqueándolo todo para servir el interés de una pequeña minoría de ricos. Se trata de unas destrucciones inmensamente mayores que las que provocaron los disturbios en los barrios, con unos millares de jóvenes indignados por la violencia policial.

Ni un solo gobierno, sin embargo, hará el recuento de los estragos causados por la gestión capitalista, porque todos los políticos que se pelean por el escaño son defensores del orden burgués, de la propiedad privada y la ley de la ganancia.

Esto vale para Macron, que cada día lo demuestra, y lo volvió a hacer el pasado 14 de julio cuando recibió sin complejos al indio Modi, el autócrata, pasando de los derechos humanos a cambio de venderle unos aviones de guerra. Lo mismo cuando condecoró a Pouyanné, el director general de TotalEnergies, gran promovedor de la industria petrolera y los gases de efecto invernadero.

También vale para la izquierda, que ya la vimos varias veces en el poder. Y ni que decir tiene que el partido de Le Pen no necesita estar en el gobierno para hacer diversión, echando toda la culpa a los jóvenes y a la inmigración para ocultar la responsabilidad de los capitalistas. Queda claro que, si estuvieran en el poder, serían como los demás: cómplices del robo capitalista, del pillaje y de los crímenes contra los trabajadores, la sociedad y el medioambiente.

La conducta de los capitalistas, los que mandan en la sociedad, puede resumirse de la siguiente manera: “Amontonar fortunas, y lo que venga después me da igual”. Parece que algunos se compran búnkeres capaces de resistir una bomba nuclear, un tsunami o una epidemia. Salvar el pellejo tras obrar por la destrucción de los humanos y del planeta, explotándolos hasta el límite: ¡en eso piensan quienes se supone que nos dirigen!

Esa gentuza es un peligro público, hay que pararles los pies. Y esto se puede hacer, si los trabajadores recuperan la consciencia de lo que son: los únicos capaces de hacer funcionar la sociedad. Los únicos capaces de dirigirla correctamente, sin dejarse guiar por el afán de ganancias, la especulación y la competencia, que llevan toda la sociedad a la autodestrucción.

Editorial de los boletines de empresas del 18 de julio de 2023