Ningún trabajador, ni siquiera el más ingenuo, se esperaba algo de los cambios en el gobierno, ni tampoco del discurso de Macron desde Nueva Caledonia. Éste sabe hacer que hace, pero sólo es un títere en manos de otros más potentes que él. Los potentes jefes de Estado y jefes militares imperialistas que se reunieron hace unas semanas en la cumbre de la OTAN. Sus reuniones pesan mucho más que los aspavientos de Macron.
Al confirmar el rearme a gran escala, lo que preparan es la guerra general, un futuro de muerte y destrucción para los explotados, o sea lo que los altos mandos llaman “la guerra de alta intensidad”.
Muy cerca de nosotros, la vida diaria de ucranianos y rusos ya ha dado un vuelco. En dieciséis meses han muerto al menos 300.000 soldados tanto rusos como ucranianos. Las imágenes de la guerra de trincheras nos recuerdan los horrores de la Primera Guerra Mundial. Las armas son más complejas y mortíferas, pero siempre se trata de mandar a la muerte a los soldados para reconquistar unos cientos de metros de tierra quemada.
Putin está haciendo su guerra sucia, su fratricidio, pero el bando imperialista se le enfrenta a través de los ucranianos que mueren, y no es menos criminal.
La última decisión de los Estados Unidos, los dueños del juego imperialista, ha sido la entrega de bombas de racimo al ejército ucraniano, un grado más en el horror. Son armas especialmente mortíferas para la población civil, con centenas de pequeñas cargas explosivas que pueden estallar antes y después del lanzamiento. Biden no duda en afirmar que ha sido “una decisión muy difícil que tomar”. Unas lágrimas de cocodrilo que no puede borrar el hecho de que el imperialismo estadounidense es un experto en armas de destrucción masiva contra la población.
No hace falta remontarse a las dos bombas nucleares que mataron a más de 100.000 civiles japoneses en 1945; la aviación estadounidense ha derramado hasta 260 millones de submuniciones durante la guerra de Vietnam, entre 1964 y 1973. Hasta la fecha, Laos es el sitio más infestado por submuniciones en todo el planeta – y no por haber dudado los occidentales y sus aliados en usar bombas de racimo en otros lugares, como Irak, Afganistán, o Líbano.
Las protestas de las grandes naciones seudodemocráticas contra la “guerra sucia” de Putin son cinismo puro. Las potencias imperialistas dicen que van a ayudar a un pequeño país injustamente atacado por el verdugo Putin; pero en realidad, sólo buscan asentar su dominio y ampliar sus zonas de influencia, para defender mejor los intereses de la clase dominante de sus respectivos países. Tarde o temprano, la crisis convertirá la guerra comercial en una guerra militar, por lo que se están preparando, tal y como lo demuestra la subida de los presupuestos militares en todas partes – ¡sólo en Francia, 413.000 millones de euros en siete años!
Los trabajadores también tenemos que prepararnos. La primera arma que hay que empuñar es la conciencia de que hay que oponerse a la guerra en la que quieren meternos. La burguesía no puede realizar sus ganancias sin trabajadores que explotar, ni tampoco puede hacer la guerra sin convencernos antes de que nos dejemos convertir en carne de cañón.
Para la clase obrera, lo cierto es que quienes mañana nos mandarán morir por la patria son quienes, ahora mismo, libran la batalla contra nuestras condiciones de vida. Los políticos al servicio del gran capital nos imponen trabajar dos años más y nos dicen que es para salvar las pensiones: nos dirán que no hay otra opción que la guerra para proteger a nuestras familias.
Dirán que defienden la patria, pero con esa palabra los capitalistas y sus políticos no se refieren a las escuelas, los hospitales, las fábricas y las oficinas en las que trabajamos, y que ellos mismos, con su política al servicio de los beneficios, vienen destruyendo. Esos mentirosos nos contarán cuentos chinos sobre el interés del país, lo cual será un veneno. Se tratará pues de una cuestión de vida o muerte.
La guerra que están preparando nunca será la nuestra, sino la de los capitalistas por sus ganancias. Nuestro interés como trabajadores es no dejarnos llevar a la unión nacional detrás de la gran patronal y sus representantes.
Nuestro interés está en afirmar que, al contrario, la única guerra que valga la pena, para nosotros los trabajadores, es la guerra por derribar a nuestros explotadores, empezando por los de nuestro propio país.
Editorial de los boletines de empresas del 25 de julio de 2023