Puede que sea época de vacaciones, cuando podemos escapar de la vida diaria de explotación, pero es imposible no preocuparse por las subidas de precios y por cómo será la situación cuando empiece el nuevo curso escolar.
Pero al mismo tiempo, a unos miles de kilómetros de distancia, hombres y mujeres mueren bajo las bombas o en los campos de batalla. Podríamos decirnos que tenemos suerte de escapar a este horror. Pero eso sería negarnos a mirar lo que nos amenaza. No se puede leer nuestro futuro en la palma de la mano; hay que mirar lo que está ocurriendo en Ucrania. Desde que la guerra entre ese país y Rusia se reanudó con la ofensiva de Putin hace año y medio, amenaza con extenderse.
Todos los gobiernos se están preparando para ello. Los presupuestos militares han aumentado fuertemente en todas partes, y el acondicionamiento de la población ya ha comenzado. En Francia, el Servicio Nacional Universal (SNU) para los jóvenes está cobrando impulso. En las familias de clase trabajadora, las inofensivas cartas de la CAF (caja de la división Familia de la Seguridad Social) instan ahora a los padres a persuadir a sus hijos para que participen en el SNU. El ejército hace publicidad delante de los institutos. En algunos lugares, ha instalado cañones de demostración para atraer la atención de los jóvenes.
Siempre son las clases trabajadoras el objetivo y, en particular, a los hijos de familias obreras, pues serán los primeros en ir a los campos de batalla del mañana. Se les dirá que vayan a luchar "en nombre de la libertad" y "en defensa de la patria", pero en realidad será para defender los intereses de las grandes potencias occidentales, es decir, de los grandes grupos capitalistas, los mismos que aquí nos explotan, se enriquecen descaradamente y nos hunden en la miseria. La guerra no hace desaparecer la lucha de clases, al contrario, la exacerba y la hace más infame.
En Ucrania, la guerra ha alcanzado un nuevo nivel de horror. El presidente estadounidense Biden ha anunciado que Estados Unidos enviará municiones de racimo al ejército ucraniano. Estas armas antipersona matarán indiscriminadamente a civiles y soldados y minarán regiones enteras durante años.
Si aumentan su presión militar contra Rusia, nada indica que las grandes potencias busquen eliminar a Putin. Su dictadura sobre el pueblo ruso les es útil. Ayuda a mantener la dominación imperialista del mundo. Pocos meses antes de la invasión de Ucrania, el ejército ruso intervino en Kazajistán para sofocar una revuelta popular contra el alto coste de la vida. En aquel momento, ninguna potencia occidental tuvo nada que decir al respecto.
La guerra en Ucrania ha alcanzado un nuevo nivel de horror. El presidente estadounidense Biden ha anunciado que Estados Unidos enviará municiones de racimo al ejército ucraniano. Estas armas antipersona matarán indiscriminadamente a civiles y soldados y minarán regiones enteras durante años.
Si aumentan su presión militar contra Rusia, nada indica que las grandes potencias busquen eliminar a Putin. Su dictadura sobre el pueblo ruso les es útil. Ayuda a mantener la dominación imperialista del mundo. Pocos meses antes de la invasión de Ucrania, el ejército ruso intervino en Kazajstán para sofocar una revuelta popular contra el alto coste de la vida. En aquel momento, ninguna potencia occidental tuvo nada que decir al respecto. Y recientemente, Estados Unidos se cuidó mucho de no apoyar a Prigozhin, el jefe de los mercenarios de Wagner, en su intento de golpe de Estado. Incluso ordenaron a Zelensky que no se aprovechara de la situación.
La dictadura de Putin sobre su población no molesta a las grandes potencias. Desde hace años, grandes grupos como Total, Auchan o Renault invierten miles de millones de euros en Rusia. Lo que las grandes potencias no han tolerado es la negativa de Putin a permitirles meter mano en Ucrania.
Hoy nadie puede predecir cómo se extenderá la guerra ni cómo se desarrollará. Pero es seguro que así será. Todos los preparativos bélicos de los países ricos así lo atestiguan. Y el golpe de Estado en Níger seguido de las amenazas de intervención de Macron demuestran que el mundo es un polvorín.
También sabemos quiénes tomarán las decisiones de las que dependerá el destino de millones de seres humanos: los dirigentes de las grandes potencias y sus generales de extrema derecha. Y les importa un bledo lo que piense la opinión pública. No hay más que ver cómo, aquí, el gobierno impuso un aumento de la edad de jubilación cuando la inmensa mayoría de la población se oponía a ello. Más aún cuando esta en juego la vida de la poblaciones, estos dirigentes no merecen ninguna confianza. Al contrario, debemos desconfiar de su propaganda, destinada a involucrarnos.
Por lo tanto, para un trabajador, confiar en este régimen y en sus planes de guerra está fuera de lugar. Debemos decir alto y claro que esta guerra no es nuestra, que no se hace con el consentimiento de los explotados. ¡Ninguna unión sagrada! ¡Nada de entrega de armas! ¡Requisa de los beneficios de la guerra y de los beneficios ya acumulados sobre las espaldas de la población!
Editorial de los boletines de empresas del 1 de agosto de 2023