Auque las direcciones de la SNCF(ferrocarries ndt) y de la RATP(red de transportes de París ndt) aseguren que el tráfico mejora, hablen de «reapertura de líneas» cuando un metro llega con dificultades a algunas estaciones del recorrido durante tres horas, la realidad es que los huelguistas aguantan. A pesar de las dificultades financieras, a pesar de los intentos de desmoralizar con calumnias, aguantan y no bajan los brazos.
El Gobierno también ha tratado de apoyarse en dirigentes sindicales dispuestos a conformarse con algunas medidas corporativas. Pero los huelguistas no se han dejado atrapar en este engañabobos y han continuado la lucha proclamando: «es la huelga, no la tregua, lo que dará un futuro a nuestros hijos». Ya pueden estar orgullosos de esta combatividad, que representa en sí misma una victoria para el campo de los trabajadores y le abre perspectivas para el año que viene.
Esta huelga es importante no sólo por su duración, superior a la del movimiento de 1995 contra la reforma Juppé, sino también por su carácter no corporativo. A los batallones más combativos, formados por trabajadores de la SNCF y de la RATP en huelga prorrogable, se unieron los asalariados de otros sectores, profesores, trabajadores de las refinerías y de EDF (energía ndt) sanitarios, bomberos. Y en los momentos más álgidos, vimos a empleados del sector privado unirse a las manifestaciones.
Más allá de los inconvenientes causados por la falta de transporte o el cierre de las escuelas, más allá de las situaciones particulares de cada profesión, la mayoría de los trabajadores son conscientes de que esta reforma es la última de una serie de ataques dirigidos a empobrecer un poco más al conjunto del mundo del trabajo, tanto del privado como del público. Con su reforma de las pensiones, el gobierno golpea en la línea de las medidas ya adoptadas contra los trabajadores, con la destrucción del estatuto de los tabajadores, con la reforma del subsidio de desempleo, que ataca a los subsidios más precarios.
Si el poder introduce algunos matices hoy, es porque la respuesta de los trabajadores en huelga le obliga a hacerlo. Las promesas de «transiciones» para las pensiones de determinadas profesiones e incluso el anuncio del aplazamiento del nuevo cálculo de los APL (ayudas para vivienda ndt), que supondría la reducción de las asignaciones para 1,2 millones de familias y su supresión para 600.000 hogares, se depositarán en el de la huelga.
Macron y los suyos libran la guerra a la clase obrera para que la mayor parte posible de la riqueza de la sociedad vuelva a la clase capitalista. En este período de crisis, de marasmo económico, es así como los capitalistas garantizan sus beneficios. Los gobiernos obedecen a esos amos y a la lógica de su sistema. ¿Cientos de miles de familias no pueden sobrevivir? ¿Hay cada vez más jubilados entre los beneficiarios de los restaurantes de caridad? ¡Mierda! Este es el precio para que las fortunas de los grandes burgueses sigan batiendo récords.
Por lo tanto, es de desear que en el año venidero todos los trabajadores mantengan la cabeza bien alta, que sea un año de lucha de la clase obrera, para su futuro y para el de toda la sociedad.