Una periodista marroquí fue detenida y encarcelada bajo la acusación de aborto ilegal y de relaciones sexuales fuera del matrimonio. Se enfrenta a una pena de hasta dos años de prisión. En efecto, en Marruecos el aborto está prohibido, excepto cuando la vida de la mujer está en peligro. Cientos de miles de mujeres sufren las consecuencias cada año.
Se calcula que de 600 a 800 mujeres abortan clandestinamente cada día. Las más acomodadas pueden recurrir a profesionales, a clínicas o a consultas ginecológicas: la tarifa de un aborto en estas condiciones puede llegar a 4.000 dirhams (368 euros), casi el doble del salario mínimo mensual. Las más pobres deben contentarse con curanderas, con consecuencias a veces dramáticas para su salud, e incluso el suicidio o el abandono del bebé en la esquina de una calle para las que no han podido abortar.
Hasta agosto de 2018, las mujeres utilizaban un antiinflamatorio que se vendía sin receta, el Artotec, para abortar con medicación. Sin embargo, el Departamento de Sanidad prohibió su venta al constatar su uso indebido. A partir de ahora, para obtenerla, hay que pasar por el mercado negro… y pagar más caro.
Tras la difusión en la TV France 2 de un reportaje sobre el drama de los abortos clandestinos en Marruecos, en diciembre de 2014, el rey Mohamed VI pretendió ampliar de alguna manera las condiciones que permitían la interrupción voluntaria del embarazo. En junio de 2016, un consejo de gobierno aprobó un proyecto de ley que permitía el aborto en los casos de enfermedad incurable del feto, violación o incesto… pero más de tres años después, la ley todavía no ha sido promulgada.
De todos modos, sería un avance irrisorio en un país en el que una mujer que presenta una denuncia de violación puede ponerse en peligro si no puede demostrarlo, ya que las relaciones extraconyugales también están castigadas por la ley. Varias mujeres en este caso están actualmente encarceladas.
El régimen marroquí es retrógrado y represivo en el ámbito de los derechos de la mujer, como en todos los demás. Esto no impide al gobierno francés (y español, NdT) mantener con él las relaciones más cordiales. Tenemos los amigos que nos merecemos.