España 1931-1937 - la política de Frente Popular en contra de la revolución obrera
La situación explosiva de 1930
El rey Alfonso XIII acababa de deshacerse del general Primo de Rivera cuya dictadura se había hundido con la crisis del 29. El rey pidió al general Berenguer la formación de un nuevo gobierno. Este general diría más tarde que había tomado el poder en un momento en el que España estaba como “una botella de champán cuyo tapón está a punto de saltar.”
En mayo de 1930, ante la agitación que reina por doquier, el gobierno cierra las universidades y hace intervenir a la guardia civil. A estos movimientos les siguió la agitación obrera con toda una serie de huelgas en las principales ciudades. Una dramática crisis golpeó los campos, con una hambruna que mató a miles de campesinos. Una ola de republicanismo recorrió todo el país. Una parte de los políticos de la burguesía se convenció de que había llegado el momento de deshacerse de la monarquía.
El 17 de agosto de 1930, los socialistas y la UGT firmaron el “Pacto de San Sebastián” con los republicanos. Evidentemente ellos no pensaron en preparar una insurrección popular contra la monarquía, pero soñaron con un levantamiento de las guarniciones eventualmente apoyado por una huelga pacífica en las principales ciudades. El plan fue revocado y reanudado varias veces. Mientras tanto dos oficiales republicanos, el capitán Galán y el teniente García Hernandez, se alzaron en Jaca proclamando la república. Hubo una huelga general en Barcelona. Pero en Madrid el comité republicano-socialista no da la orden de huelga en la ciudad.
Preferían la derrota a la movilización obrera. Los dos oficiales fueron ejecutados. La crisis política aumentó y convocaron elecciones, en primer lugar municipales.
La proclamación de la república
Las elecciones municipales fueron un éxito para los republicanos en las grandes ciudades. La República fue proclamada dos días más tarde, el 14 de abril de 1931.
El entusiasmo popular estalló en grandes manifestaciones. Los presos políticos salieron de las cárceles en medio de la alegría general. En el sentir de los campesinos pobres, República significaba reforma agraria, el acceso a la tierra, la posibilidad de saciar el hambre. Para los obreros significaba la satisfacción de sus reivindicaciones. Para todos los pobres que celebraban su llegada debía significar el fin de su miseria y mejorar las condiciones sociales.
Los nuevos dirigentes calificaban la revolución de “gloriosa, no sangrienta, pacífica y armoniosa”. Su republicanismo era, sin embargo, relativo. Dejaron que el rey se declarase en vacaciones y que partiera al exilio sin ni siquiera exigirle que abdicase.
El gobierno provisional fue confiado a Alcalá Zamora, un político católico de la monarquía, republicano reciente. Al lado de republicanos como Azaña, tres socialistas participaron en el gobierno provisional, cuyo dirigente principal del partido, Largo Caballero, ya había aceptado ser Consejero de Estado con el dictador Primo de Rivera. Todo el viejo aparato de estado quedó en su sitio : los funcionarios, los jueces, los militares…
En cuanto a las masas, se les pidió armarse de paciencia en espera de las Cortes Constituyentes que deberían ser elegidas en junio.
El ascenso revolucionario
Pero desde el mes de mayo, frente a las primeras tentativas de los monárquicos de levantar cabeza, los trabajadores respondieron con incendios de iglesias y conventos. En pocos días el movimento, iniciado en Madrid, se extiendió hasta Andalucía. No atreviéndose a utilizar a la guardia civil, demasiado odiada, el gobierno decretó la ley marcial, envió al ejército a socorrer a los curas y se afanó por crear una nueva fuerza policial : la guardia de asalto.
Las masas se radicalizaron, los campesinos ocuparon tierras, tuvieron lugar duras huelgas, todas las organizaciones obreras se desarrollaron. Se asistía a un verdadero ascenso revolucionario. Pero el PSOE y la UGT no querían la revolución, sino por el contrario, la vuelta a la calma.
En cuanto a la CNT, libraba batallas a veces muy duras, organizando incluso tentativas de insurrección, pero dispersas, sin coordinación, sin un plan de conjunto. La política de estas dos organizaciones impedía de hecho a las masas reunir todas sus fuerzas para una lucha destinada a conseguir sus objetivos económicos y políticos.
El nuevo régimen se mostró totalmente incapaz de resolver la crisis que sacudía el país, procediendo a las transformaciones políticas y sociales necesarias. Se erigió, como sus predecesores, en el defensor incondicional de los terratenientes y de los burgueses, en contra de las reivindicaciones de los obreros y campesinos.
La República contra las aspiraciones de las masas
El bloque republicano-socialista, con extensa mayoría en las Cortes Constituyentes, se mostró incapaz de realizar cualquier tipo de reforma. Había escrito en la constitución que “España es una República de trabajadores de todas las clases”. Pero se preocupó sobre todo por no perjudicar a las clases dominantes. Aprobó declaraciones de buenas intenciones: la renuncia a la guerra, la igualdad de hombres y mujeres (que recibieron el derecho al voto), el reconocimiento legal de los matrimonios civiles y no eclesiásticos y el derecho al divorcio. La enseñanza debía de ser laica, pero no se atrevió a dejar de pagar inmediatamente a los curas : se les dió aún dos años de respiro. Y cuando esta Constitución fue aprobada en diciembre de 1931, no habían hecho nada en materia de reforma agraria.
Alcalá Zamora, presidente de la República, Azaña presidente del Consejo de Ministros, fueron ratificados en sus puestos y los socialistas también se mantuvieron en el gobierno. La ley de Reforma Agraria no fue aprobada hasta 1932 y era una cáscara vacía. Solo se preveía la instalación de 50.000 familias por año en las tierras expropiadas, con indemnización, eso sí, a los grandes propietarios. Millones de campesinos esperaban impacientes la tierra. Sólo 10.000 familias se beneficiaron de esta reforma.
Azaña de lo primero que se ocupó fue de promover “la ley de defensa de la República”, que dejó maltrechos los derechos democráticos, autorizando al gobierno a suspender las libertades constitucionales, sometiendo las reuniones públicas y manifestaciones a autorización, censurando la prensa, limitando el derecho de huelga. Las autoridades podían detener y encarcelar sin juicio. En cuanto a la ley de asociaciones, elaborada especialmente por Largo Caballero, obligaba a los sindicatos, partidos y asociaciones a informar a la policía del nombre y dirección de todos sus miembros. Los anarquistas y sectores de la UGT se negaron a esto y la ley no pudo ser aplicada. Todas estas leyes se utilizaron contra los trabajadores. Las cárceles se llenaron de campesinos que ocupaban las tierras, de obreros huelguistas y de militantes anarquistas.
Represión contra los obreros y los campesinos
La insurrección dirigida por la CNT en el valle del Llobregat, al sur de Barcelona, proclamó en febrero del 32 el Comunismo Libertario. La proclamación no se escuchó mas allá de dos distritos, pero sin embargo mantuvieron en jaque al ejército durante 5 días, antes de ser aplastados. Miles de trabajadores revolucionarios fueron encarcelados y sus dirigentes deportados África. También las luchas campesinas que se produjeron en el 32 fueron dispersadas y aplastadas.
La reacción creyó poder levantar cabeza y en agosto del 32 Sanjurjo se levanta en Sevilla para intentar restaurar la monarquía. Los trabajadores sevillanos reaccionaron y hicieron fracasar la intentona. El gobierno debió proteger a los conjurados de la furia popular. Fueron condenados a muerte (no se podía hacer menos) pero no estuvieron más de dos años en prisión. Más tarde se les encontrará con Franco.
La guardia de asalto, cuerpo de creación republicana, se estrenó en la represión de los sucesos de Casas Viejas. En este pueblo de Cádiz, la CNT se insurreccionó y proclamó el Comunismo Libertario. La guardia de asalto mató a toda una familia anarquista, quemando su casa. Después ejecutaron a 14 personas. El jefe de los guardias declararía que recibió la orden de no hacer prisioneros. La indignación fue grande pero el PSOE se mostró solidario con el gobierno.
Las masas populares estaban decepcionadas por la “República de Casas Viejas”. La derecha monárquica preparaba su revancha. Se reagrupó en la CEDA, la Confederación Española de Derechas Autónomas, alrededor de Gil Robles, conocido por sus simpatías por Mussolini y consiguió, al cabo de algunos meses, la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones el 19 de noviembre de 1933, que consagraría su victoria.
Uno de los antiguos ministros socialistas, Prieto, tuvo el cinismo de explicar en una entrevista: “Es cierto que el gobierno de izquierda en España lleva una política de derechas (…). En esta época de capitalismo putrefacto la burguesía española no puede por si misma conducir la revolución democrático burguesa.”
Efectivamente. El PSOE, en alianza con esos republicanos impotentes, sólo necesitó dos años para llevar a la revolución española al borde de la catástrofe.