España 1931-1937 - la política de Frente Popular en contra de la revolución obrera
La España de 1930 era una monarquía de alrededor de 24 millones de habitantes, pobre y subdesarrollada, que conservaba numerosos rasgos feudales.
El latifundio dominaba aún en el país, en particular en el sur, Andalucía y Extremadura. En todo el país el 2% de los propietarios poseían casi 2/3 de las tierras. Al lado de las grandes haciendas, una buena parte sin cultivar (un 30%), había pequeñas explotaciones que no permitían a sus propietarios vivir. Y luego estaban todos aquellos aparceros y jornaleros que no eran dueños de las tierras que trabajaban. La miseria era terrible. “El español se acuesta sin cenar” se decía. Millones de personas aspiraban al reparto de los grandes latifundios.
La burguesía industrial se había desarrollado a comienzos de siglo, gracias sobre todo a su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial. Pero terminada la guerra perdió en seguida sus mercados exteriores. Además , una buena parte de la industria estaba en manos de capitales extranjeros, primero ingleses y mas tarde franceses.
Esta burguesía que se había desarrollado tarde, dependiendo del capital extranjero y ligada a la aristocracia terrateniente, era incapaz de transformar el país y desembarazarse de las estructuras ligadas a la nobleza que entorpecían su desarrollo. Se acomodaba muy bien a la monarquía de Alfonso XIII que ocupó el trono en 1902.
En esta sociedad arcaica la Iglesia y el ejército tenían un peso considerable. En el país por excelencia de la Inquisición, la Iglesia católica ha sido siempre uno de los principales apoyos de la monarquía y el Estado derrochaba millones para mantenerla. En 1930 el país contaba con 5.000 conventos, 80.000 frailes y monjas y 35.000 curas.
La Iglesia era la primera propietaria en bienes raices (inmuebles, tierras, etc.) y también el primer poder capitalista. En 1912 la orden de los jesuitas controlaba la tercera parte de los capitales españoles. Un dicho popular resumía este poder: “El dinero es buén católico”.
Después del agua bendita, el sable. Había en el ejército español más oficiales que en cualquier otro ejército de Europa : un oficial por cada seis hombres. Esto muestra el carácter parasitario de la casta militar, que a lo largo del XIX había multiplicado los golpes de Estado. En 1930 el ejército estaba profundamente marcado por la guerra colonial de Marruecos de 1912 a 1926.
El movimiento obrero
Al lado de todo esto y de los sectores más subdesarrollados, existía una clase obrera que el desarrollo industrial de comienzos de siglo había reforzado. En nuestro país el proletariado tenía una gran tradición de luchas, incluyendo huelgas políticas. Los tres años de lucha que siguieron a la revolución rusa, fueron llamados “el trienio bolchevique”. En 1930 la CNT, el sindicato creado por los anarquistas, con cientos de miles de afiliados, era el que tenía más influencia en la clase obrera, en particular en Cataluña y Andalucía. Al lado de la CNT estaba la UGT, el sindicato ligado al PSOE, mayoritaria en Asturias, País Vasco y Madrid. Estas dos corrientes se repartían la influencia en el movimiento obrero.
Existía un pequeño Partido Comunista con una línea sectaria, como el resto de los partidos comunistas, que denunciaba a las organizaciones anarquistas y socialistas como “hermanos gemelos” del fascismo. En Cataluña una buena parte de los militantes del PC rechazaron esta orientación y formaron el Bloque Obrero y Campesino. Representaban en España la oposición de derecha que se desarrolló en la Internacional Comunista después de la ruptura entre Stalin y Bujarín. Después de esta escisión el PC no contaba más que con algunos cientos de miembros.
Sólo una corriente representaba la tradición bolchevique en los comienzos de los años 30. Ésta era Izquierda Comunista, animada por Andrés Nin y ligada a la Oposición de Izquierda Internacional de Trotski. Pero IC sólo era una pequeña organización, todavía no era un partido.
La falta de un partido comunista combativo, con una dirección política competente fue perjudicial, cuando se abrió la crisis revolucionaria en 1930.