El verdadero jefe del gobierno es el gran capital

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 26 de agosto de 2024
26 de agosto de 2024

¿Cuál será la composición del próximo gobierno? ¿De qué partidos saldrán los ministros? ¿Cuánto tiempo antes de que caiga?

Todas esas preguntas preocupan mucho a los políticos, mucho menos a las clases populares que se enfrentan a los gastos de la vuelta al cole, al temor de perder un empleo, la espera interminable en las Urgencias y a los mil problemas de la vida diaria.

Macron, al afirmar que “nadie ha ganado” y al seguir reinando a pesar de su doble derrota electoral, quiere formar un frente desde los Republicanos (la derecha) hasta el Partido Socialista, que excluya a RN (partido de Le Pen) y LFI (partido de Melenchon). Los partidos se niegan por ahora, porque esa solución mantendría a los macronistas en el centro del juego, y para ellos sería un problema en caso de una nueva disolución de la asamblea.

Por su parte, la izquierda agrupada en el Nuevo Frente Popular (NFP) sólo goza de una mayoría relativa en la cámara y viene proponiendo el nombramiento de Lucie Castets, una alta funcionaria ajena a la clase trabajadora. Ella dice que cancelará la jubilación a los 64 años y llevará el salario mínimo a 1.600 euros… semejantes medidas, aunque muy modestas, levantan ampollas entre los perros fieles de la patronal. Con o sin ministros de LFI, la idea de la más mínima concesión a los trabajadores les repugna.

Sin embargo, Lucie Castets afirma que «habrá que buscar compromisos» y está dispuesta a dar marcha atrás en estas promesas. Es verdad que la izquierda, en cada uno de sus estancias en el gobierno, aun con mayorías absolutas como con Mitterrand, Jospin y Hollande, se sometió a las exigencias de la banca y los capitalistas, traicionando a los trabajadores.

En Gran Bretaña, la izquierda ha vuelto al poder con una amplia mayoría. Pero con el pretexto de que los conservadores habían dejado las arcas vacías, el nuevo Primer Ministro laborista ha anunciado recortes masivos en el blindaje de la tarifa energética que beneficia a las clases trabajadoras. ¡No tiene ninguna intención de gravar a la burguesía!

Da igual el país, la coalición en el gobierno y el color político del Primer Ministro: el programa de todos los gobiernos lo escribe la gran burguesía, la cual exige que se reduzca al mínimo la parte de riquezas que vuelve a las clases populares en concepto de educación, sanidad o poder adquisitivo.

En una economía en crisis, donde la competencia es feroz, los capitalistas se niegan a ceder la más mínima parte de sus ganancias para subir los salarios o financiar las pensiones.

Exigen que todos los gastos del Estado les sean devueltos en concepto de ayudas, subvenciones o pedidos. ¡Qué importa si la población no puede curarse! ¡Qué importa si los barrios se vienen abajo!

Con o sin un gobierno, los Estados están ahí para cumplir con esas exigencias. Que tengamos un gobierno “en funciones” no impide que los altos funcionarios del ministerio de Economía hayan preparado los presupuestos de 2025. So pretexto de reducir el déficit y pagar la deuda, ya han cocinado un presupuesto de austeridad, con unos 10.000 millones de recortes.

El único presupuesto intocable es el del ejército, porque quienes nos dirigen preparan abiertamente las próximas guerras. Se disponen a defender con armas lo que todos los políticos llaman “los intereses de Francia”, que en realidad no son otra cosa que los intereses de las empresas Total, Bolloré o Dassault, dentro de su competencia con las empresas de otros países en pelea por los mercados.

¡No hay dinero para los salarios, las escuelas y los hospitales, pero sí hay miles de millones para los vendedores de armas, para la industria del lujo y los banqueros!

Los miles de millones acumulados se utilizan para comprar y vender acciones, especular. La economía global es un gran casino donde de la noche a la mañana se puede producir una caída financiera y desencadenar una serie de quiebras. Esa posibilidad la temen cada día más los banqueros centrales, pero son incapaces de impedirlo.

Para defender nuestras condiciones de vida y nuestro futuro, no confiemos en ningún buen gobierno, en ningún buen parlamento. Mientras no se derroque la dictadura de la clase capitalista sobre toda la sociedad, estaremos condenados a derramar sudor, sangre y lágrimas en beneficio de una minoría de ricos parásitos.

Así pues, en vez de depositar nuestras esperanzas en los partidos que se pelean a ver quién va a gestionar el sistema y facilitar ministros dedicados a los intereses de la patronal, los trabajadores debemos construir nuestro propio partido. Un partido que agrupe a los trabajadores conscientes de que tenemos que organizarnos, y luchar, unidos más allá de nuestras diferencias, contra los ataques de los capitalistas, y por derrocarlos.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 26 de agosto de 2024