Durante los Juegos no hay tregua para las guerras

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 5 de agosto de 2024
5 de agosto de 2024

Mientras nos anestesian con las hazañas de los deportistas, la Marsellesa y la "fiesta olímpica", la sociedad sigue pudriéndose de pie.

En Gran Bretaña, la extrema derecha ha utilizado una sórdida noticia para desencadenar disturbios racistas. En Oriente Próximo, la guerra amenaza con extenderse. Al asesinar a un jefe militar tras otro de Hezbollah en Beirut y al jefe político de Hamás en Teherán, los dirigentes israelíes vuelven a hacer correr el riesgo de incendiar la región.

Al tiempo que critican estos asesinatos, los dirigentes estadounidenses refuerzan su armada en el Mediterráneo, dispuestos a mantener el orden imperialista. Y, como saben que la provocación israelí no puede quedar sin respuesta, los Estados occidentales piden a sus ciudadanos que abandonen el Líbano sin demora.

Pero los pueblos del Líbano, Siria, Irán, Yemen, el Golán ocupado y Palestina, y las clases trabajadoras de Israel no pueden huir. Una vez más, serán las primeras víctimas de las políticas de los regímenes de la región y de las maniobras de las potencias imperialistas para controlar Oriente Próximo, su petróleo y sus rutas comerciales estratégicas.

Con el tiempo, el Estado de Israel se ha convertido en el brazo armado más fiable y duro del imperialismo en la región. Por eso los dirigentes occidentales le prestan su apoyo militar y político sin fisuras.

Los dirigentes de Israel han convertido Gaza en ruinas, han causado la muerte de decenas de miles de gazatíes y han encubierto, cuando no fomentado, la tortura de prisioneros palestinos. Y, sin embargo, el presidente Herzog fue invitado a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París, mientras que Netanyahu recibió una gran ovación en el Congreso de Estados Unidos.

Para justificar el bombardeo de países vecinos, la destrucción de Gaza y la masacre de palestinos, Netanyahu y sus patrocinadores occidentales invocan el derecho de Israel a defender su existencia, supuestamente amenazada. ¡Qué cinismo!

Aunque Israel fue un refugio para los supervivientes del genocidio nazi, sus fundadores y sucesivos dirigentes lo han convertido en una ciudadela sitiada al negarse a reconocer los mismos derechos a las diferentes poblaciones, cualquiera que sea su origen o religión.

Expulsando a los palestinos de su propia tierra, convirtiéndolos en subciudadanos, colonizados o refugiados de por vida en los países vecinos, y anexionándose territorios, no han dejado de sembrar el odio. Cosechan revueltas y guerras.

Al asesinar a Ismaël Haniyeh en Teherán, el ejército israelí ha eliminado al principal actor de las negociaciones entre Israel, las potencias regionales y las partes palestinas, llevadas a cabo bajo los auspicios de Estados Unidos para organizar el futuro de Gaza. Es una forma de impedir cualquier solución política y prolongar la acción militar.

Desde el 7 de octubre, incapaces de vencer a Hamás y debilitados políticamente en Israel, Netanyahu, sus aliados de extrema derecha y el Estado Mayor israelí parecen dispuestos a prolongar indefinidamente una guerra mortífera.

Al empujar a Irán y a sus aliados, regímenes que se proclaman antiimperialistas, a atacar a Israel, Netanyahu está forzando la mano de los dirigentes estadounidenses, reacios a una escalada del caos pero dispuestos a todo para seguir siendo los amos de la región.

Al cavar la tumba del pueblo palestino, al hacer la guerra a todos sus vecinos, los dirigentes israelíes condenan a su propio pueblo a perderse en una guerra sucia y degradante. Su responsabilidad en la tragedia actual es aplastante.

Pero Hamás, Hezbolá y el régimen de los ayatolás iraníes no tienen nada mejor que ofrecer a los palestinos o a los pueblos cuyos intereses dicen defender. ¿Cuál es el resultado, para los habitantes de Gaza, del ataque del 7 de octubre decidido por Hamás? ¿Cómo les ha ido a los trabajadores, las mujeres y los jóvenes de Irán tras 45 años de República Islámica?

Estos regímenes, al igual que los Estados árabes vecinos y el Estado israelí, no tienen más que sangre y explotación que ofrecer a sus poblaciones.

Todos los pueblos de Oriente Medio podrían convivir perfectamente, cooperando en todos los frentes. Pero esta perspectiva exige el derrocamiento de la dictadura de los capitalistas sobre el mundo y la dominación de las potencias imperialistas, que no cesan de enfrentar a unos pueblos con otros.

Por eso el destino de las clases trabajadoras de Oriente Medio y el de los trabajadores de aquí están ligados. Allí, como aquí, debemos rechazar la unidad nacional detrás de nuestros dirigentes. Allí, como aquí, debemos negarnos a dejarnos dividir según nuestros orígenes y, por el contrario, reagruparnos y organizarnos entre los explotados.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 5 de agosto de 2024