Los habitantes de Gaza están sometidos otra vez a un aluvión de bombas y lloran sus muertos. Como siempre, el Estado israelí actúa so pretexto de responder a disparos de cohetes de Hamás y dice que sus bombardeos tienen objetivos determinados. Pero ¿quién se cree tal mentira?
La franja de Gaza es un territorio de 40km de largo por 10km de ancho, uno de los más densamente poblados del mundo. ¿Cómo podrían las bombas discriminar entre civiles y militantes de Hamás, cuando no hay refugios seguros, ni escape posible?
Disparar cohetes contra Israel, como lo hace Hamás, es una política ciega y terrorista. Pero bombardear Gaza lo es igualmente, y a escala mucho mayor. Es terrorismo de Estado.
Equiparar ambos bandos, cuando un Estado supuestamente democrático y superarmardo se empeña en destruir un territorio ya arrasado, es aceptar la ley del más fuerte. Sobre todo, ¡equivale a dar la espalda a la mil veces legítima revuelta de los palestinos!
Dicha revuelta siempre es sofocada y reprimida por el Estado israelí. También es desviada políticamente por Hamás.
Esta nueva revuelta no ha surgido de Gaza ni tampoco de Hamás. Procede de las familias que se opusieron a ser expulsadas de su barrio en Jerusalén Este. Luego encendió las llamadas ciudades mixtas como Lod, Jaffa o San Juan de Acre, así como Cisjordania. Para tomar control de ella, Hamás lanzó sus cohetes contra Israel.
Hamás ha confiscado la palabra de los manifestantes a sabiendas, y ha convertido la movilización de las masas en un enfrentamiento entre dos aparatos, para imponer al pueblo palestino su política, sus métodos propios, du dominio propio. Por lo que, si bien los palestinos tienen como enemigo al Estado israelí, tienen a Hamás como adversario.
Tras los violentos enfrentamientos y el odio que ha crecido entre grupos sionistas de extrema derecha y jóvenes palestinos, muchos judíos israelíes se están dando cuenta de que están bajo la amenaza de una guerra comunitaria, que ya les está pasando factura. ¿Qué sorpresa hay en ello?
Desde hace 70 años, el gobierno coloniza tierras nuevas en Cisjordania y hace imposible la creación de un Estado palestino viable. Anexionó Jerusalén Este, impuso el bloqueo de Gaza y encerró a sus habitantes en una cárcel a cielo abierto. Impone dentro de Israel una política de apartheid, donde judíos y árabes no tienen los mismos derechos. Con frecuencia, cuando amenaza la revuelta, hace la guerra contra los palestinos.
Desde hace años, para mantenerse en el poder, Netanyahu utiliza la extrema derecha supremacista judía, le regala ministerios, cierra los ojos ante sus violencias y respalda sus empresas de colonización.
La competencia reaccionaria llevó a este enfrentamiento donde los unos gritaban “muerte a los árabes” mientras los otros gritaban “muerte a los judíos”. Es de esperar que sirva como sacudida porque no hay otro futuro para ambos pueblos que la convivencia.
¿Es posible? Sí, luchando contra la política colonial de Israel, que respaldan las grandes potencias.
Los dirigentes israelíes edificaron su Estado negando el derecho de los palestinos a disponer del suyo propio y se convirtieron en el agente de los imperialistas en la región – en primer lugar, por cuenta de los Estados Unidos. Por eso no se puede esperar que la pretendida “comunidad internacional” ejerza cualquier tipo de presión sobre el gobierno israelí.
Netanyahu también cuenta con el apoyo incondicional del gobierno francés. Lo prueba la prohibición de la manifestación propalestina del pasado 15 de mayo en París. Llamar antisemitas a los manifestantes, tal y como lo hizo el ministro de Interior Darmanin, es una miserable contribución a la opresión de los palestinos.
Los dirigentes israelíes y palestinos llevan a su pueblo a un callejón sin salida, pero sangriento, con la complicidad de los países imperialistas. Es preciso que quienes se dan cuenta de ello sean cada día más numerosos entre ambas poblaciones.
La solución sólo vendrá de israelíes y palestinos que busquen cómo vivir juntos sobre la misma tierra. Para ello, deben oponerse a quienes los llevan a una guerra entre comunidades. Deben luchar juntos contra la opresión de la que es víctima el pueblo palestino y exigir para sus pueblos los mismos derechos porque “un pueblo que oprime a otro no puede ser un pueblo libre”.
EDITORIAL DE LOS BOLETINES DE EMPRESA DE LUTTE OUVRIÈRE