Crece la precarización del empleo en el sector público, que alcanza ya niveles de la empresa privada.
Uno de cada cuatro empleados públicos es temporal. El 26,3% del total, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa a pesar de que el Gobierno PP llegó en 2017 y 2018 a un acuerdo con los sindicatos para disminuir la tasa de temporalidad hasta el 8%.
Desde 2012, que se fijaron los límites de reposición, la situación ha empeorado y lo demuestran los datos de la EPA. A finales de 2018 en el sector público había 23.100 empleados temporales con contratos de menos de un mes,198.400 con contratos de menos de un año y 124.000 de entre uno y dos años. Solo 103.500 superaban ese periodo de tiempo.
Los que aún siguen diciendo que hemos salido de la crisis y que se está creando empleo, describen su situación ideal, la de los capitalistas, donde las empresas ajustan las condiciones laborales a su antojo, condenando al trabajador a bajos salarios, inestabilidad, largas jornadas, desprotección, en suma, precariedad. Esta descomposición que el patrón venía aplicando en la empresa privada se ha trasladado a la pública.
La empresa privada tenía el listón muy alto en cuanto a precarización, siendo el sector público el que se libraba. Los capitalistas, a través de sus políticos, imponen los controles a la contabilidad y presupuestos públicos, de esta forma se limita el gasto en inversión en el sector público. Las necesidades que se venían cubriendo mediante la convocatoria de bolsas de empleo y recursos públicos ahora pasan a ser contraladas y gestionadas por las grandes empresas y la banca.
De esa manera, se reproducen los deseos de una clase que solo busca el beneficio y que para conseguirlo se apoya en los políticos que regulan las leyes. Cada cuatro años, los capitalistas preparan los planes de inversión para llevar a las elecciones a su caterva política preferida, ya sea de derechas, izquierdas o centro. A la población se la engaña con migajas mientras ellos saben que, salga el partido que salga, ellos ganan.
Hay otra posibilidad, que la clase trabajadora se organice, tome las riendas de la situación y expulse a esa minoría de parásitos que viven a costa del trabajo colectivo, ya sea en lo público o en lo privado. Solo cuando los medios productivos estén en manos de los propios trabajadores habrá futuro.