El mito de la invasión migrante es uno de los ejes sobre los que se vertebra el discurso de las derechas, aunque en España no estaba muy “cuajado” este argumento. ¿Pero realmente están llegando millones de africanos como quieren hacernos ver? Sin embargo, no vale solo con señalar las falacias del discurso racista y violento de las derechas; es necesario hacer una reflexión sobre el tratamiento que los medios dan de la inmigración.
En 2.018 se batió el récord de llegadas de pateras a las costas españolas. Según Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, en 2.017 fueron 650.000 los inmigrantes que solicitaron protección en la U.E. De entre ellos, fueron 538.000 los que obtuvieron protección en alguno de los 28 países miembros; teniendo en cuenta que la población de la U.E supera los 500 millones de personas, la cifra de solicitantes sólo representa un 0,1% del total de habitantes. ¡Nada parecido a inmigración masiva en Europa!
En España, la inmigración que recibimos del extranjero apenas ha sido suficiente para contrarrestar el éxodo de españoles que migran hacia otros países, una corriente que ha tenido especial incidencia entre la juventud.
La movilidad de los seres humanos es tan antigua como la presencia del hombre sobre la tierra. Se calcula que los desplazamientos en busca de alimentos datan de hace dos millones de años; hasta que la agricultura produjo la primera revolución en la historia de la humanidad y los productos agrícolas empezaron a almacenarse a una escala superior a la que se limitaban las necesidades de la comunidad. Esto sucedió hace 10.000 años. Con la Revolución industrial, hasta nuestros días, el acentuado desarrollo desigual entre países desarrollados y dependientes del imperialismo ha dado lugar al mayor proceso migratorio de toda la historia.
En realidad, el capitalismo surgió precisamente de la emigración de la fuerza de trabajo. Desde que existe el capitalismo la emigración no ha parado de fluir. La emigración siempre ha sido, y es, una constante del capitalismo: la forma más brutal de la movilidad de la fuerza de trabajo asalariado. La acumulación de capitales, además del expolio y colonización de continentes enteros, coloca a las migraciones como base de la expansión de los capitalistas. Perseguidos en las fronteras, estigmatizados por políticos de todos los bandos, explotados por empleadores que no pueden prescindir de su fuerza laboral (además de precarizar las condiciones de trabajo), los trabajadores inmigrantes constituyen una fracción importante del proletariado; los últimos llegados y los más precarios, están en primera línea en la cada vez más feroz guerra de clases, librada por la burguesía contra todos los trabajadores. Los inmigrantes, que tratan de conseguir una vida mejor, no son nuestros enemigos sino todo lo contrario: ¡son trabajadores que pueden y deben unirse a nosotros para luchar conjuntamente contra la tiranía del capital!