¡Es la gran patronal la que debe ser censurada y derrocada !

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 3 de febrero de 2025
3 de febrero de 2025

En un momento en que el Gobierno y su presupuesto penden de un hilo, Bernard Arnault, el industrial del lujo, ha echado un órdago a la política de Bayrou.

"En Estados Unidos, los impuestos van a bajar al 15%, los talleres están subvencionados en varios Estados [...]. Aquí nos disponemos a subir el impuesto de sociedades un 40% [...]. Es una forma ideal de fomentar la deslocalización", declaró.

La amenaza está apenas velada: si el Gobierno persiste en hacerle pagar más impuestos, el hombre de los 200.000 millones, que emplea a 40.000 personas en Francia, se marchará hacia el paraíso capitalista de Estados Unidos y con su amigo Trump.

Esta declaración fue el pistoletazo de salida de una auténtica cruzada patronal, a la que siguieron todos los presidentes del CAC 40. Estos señores, que han repartido 80.000 millones de dividendos a sus accionistas en 2022, 97.000 millones en 2023 y casi 100.000 millones en 2024, gritan «¡golpe fiscal!» porque el Gobierno quiere que sus empresas paguen un recargo excepcional de 8.000 millones en 2025. Sería risible si no fuera tan chocante.

En los últimos siete años, Macron ha bajado considerablemente los impuestos a las empresas y a los más ricos. Al hacerlo, ha aumentado el déficit público. Y ahora que el gobierno, exprimido por la magnitud de la deuda, pide a los más ricos una contribución ínfima, recibe una andanada de leña verde. ¡Qué desagradecidos son los capitalistas con los políticos que tan bien les sirven!

Pero lejos de enfadarse, Bayrou se disculpó. Juró que no abandonaba la política probusiness de Macron y que, a partir del año que viene, si sigue por aquí, hará reformas para servir bien a estos señores. Sus fortunas se han duplicado o triplicado en los últimos años, ¡y no conviene dejar que se estanquen!

Estas provocaciones patronales van acompañadas de una feroz ofensiva contra los trabajadores. 300 planes de supresión de empleos están en marcha en todo el país, y 250.000 puestos de trabajo podrían desaparecer. A esto hay que añadir la oleada de despidos ligada a las 60.000 quiebras de empresas más pequeñas, estranguladas por las más grandes y por los bancos.

«No es una cuestión de codicia; nos vemos obligados a ello por falta de competitividad», dicen todos los grandes empresarios. Para el director general de Michelin, que suprime 1254 empleos cerrando las fábricas de Cholet y Vannes, es simple: "¡Ya no es competitivo producir en Francia!

Estos quejicas son ante todo mentirosos. El jefe de Michelin, por ejemplo, no menciona que, a pesar de estas supuestas dificultades, obtiene dos mil millones de beneficios cada año.

Como cualquier capitalista que se precie, siempre quieren más. Con el telón de fondo de una guerra comercial feroz y con Trump decidido a que la gran burguesía estadounidense se lleve la mayor parte del pastel, la batalla entre ellos es despiadada. La única forma que tienen de seguir jugando en las grandes ligas es intensificando la explotación y contando con un Gobierno dispuesto a sacrificarlo todo por su negocio.

Cuando los patrones hablan de competitividad, es que los golpes van a caer sobre nosotros. La competencia entre trabajadores, de un país a otro, de una región a otra, de una fábrica a otra y a veces de un taller a otro, para hacer bajar los salarios, eliminar puestos de trabajo e intensificar la explotación, es su fuente de enriquecimiento. Así pues, los trabajadores tienen todas las de perder en esta carrera por la competitividad.

Todos los partidos, desde LFI (France Insoumise, partido de Mélenchon) hasta RN (extrema derecha de Le Pen) pasando por el PCF, proponen hacer la guerra económica devolviendo los golpes con más proteccionismo. Pero la cuestión no es proponer una política para que los Arnault, Michelin o Dassault prevalezcan en la competencia internacional. Al contrario, se trata de impedir que nos arrastren a su guerra comercial, destructiva para los trabajadores y para el conjunto de la sociedad.

Si hay alguien a quien los trabajadores tienen interés en censurar, son los capitalistas, y es su sistema el que debe ser derrocado. De nada sirve quejarse y rogar a los empresarios que sean más solidarios y patrióticos, como hacen los dirigentes sindicales. Y es igual de inútil aconsejarles sobre política industrial. Las grandes empresas harán lo que su dinero les diga. ¡Y no cabe duda de que será contra nosotros!

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 3 de febrero de 2025