La investidura de Pedro Sánchez ha transcurrido entre su intransigencia hacia las peticiones de Podemos para formar gobierno y sus constantes solicitudes de abstención a la derecha para salir elegido.
Tras dos días de votaciones, Sánchez no ha salido elegido. Ni los morados aceptan figurar como un cero a la izquierda, ni PP y C’s aceptan ser un cero a la derecha.
Mientras tanto, Sánchez, tras haber llegado a la ruptura con Iglesias, espera recabar de nuevo apoyos para entrar en el gobierno. Sánchez dejó bien claro en el congreso que, o él gobernaba o habría nuevas elecciones el 10 de noviembre.
Pactos y traiciones
Unos meses después de la caída de Rajoy, el PSOE y Podemos alcanzaron un acuerdo para incluir al menos 20 medidas de “calado” en los presupuestos. La subida del IRPF a las rentas superiores a 130.000 euros, el aumento del salario mínimo interprofesional (SMI) a 900 euros, abolir las penas de cárcel por participar en piquetes, gravar dividendos y plusvalías, que las grandes empresas no tributen por menos del 15% y un mayor presupuesto para el plan estatal de vivienda son algunas de las novedades del acuerdo presupuestario que firmaron el Gobierno y Podemos. De este acuerdo, Sánchez sólo ha llevado a término la subida del SMI a 900 euros.
Posteriormente, tampoco llegó a ninguna parte el acuerdo específico entre gobierno, CCOO, UGT y la CEOE en la mesa del diálogo social en materia laboral: devolver protagonismo al convenio sectorial frente al de empresa, derogar la reforma laboral del PP del 2012, derogar la reforma de las pensiones del PP del 2013, crear un nuevo Estatuto de los Trabajadores.
Lo único que se salvó por los pelos fue el control horario obligatorio en vigor el 12 de mayo en todas las empresas. Una modificación en el Estatuto de los Trabajadores, aunque sus efectos para limitar las horas extras sin control aún estan por ver.
Esto solo significa que Sánchez prefiere estar del lado de la patronal, no de las clases trabajadoras.
Las repetidas negativas de Sánchez a Iglesias por otorgar puestos de gobierno a miembros de Podemos, ocultaban, detrás de las excusas más extravagantes, los deseos de la patronal de ver satisfecha sus demandas. Cuando Sánchez advirtió a Iglesias que la CEOE no quiere a Podemos en el gobierno, diciendo “No podéis tener Trabajo… Sois inquietantes para la CEOE” … son solo eso: excusas.
El presidente del Círculo de Empresarios declaró hace unos días que «Un gobierno de PSOE y la ultraizquierda sería nefasto para nosotros». John de Zulueta dice que prefiere nuevas elecciones a un gobierno de PSOE y Podemos, aunque señala que su opción favorita es un acuerdo a tres entre los socialistas, PP y Ciudadanos. Por su parte Antonio Garamendi (CEOE), pide que se deje conformar un Gobierno en solitario del PSOE y es que, claro está, son viejos conocidos con los que no les ha ido nada mal.
Para el PSOE, no está en sus planes abolir las reformas laborales, ni tan siquiera derogar la Ley Mordaza. Entre sus intereses no contempla la mejora de las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Las críticas que vertió contra Rajoy, en la moción de censura que le aupó como candidato al gobierno, ahora se vuelven palabras vacías. Nunca ha querido comprometerse con los más castigados por la crisis, ni contra las reformas laborales y las leyes anti obreras.
Podemos, el oportunismo a cualquier precio
Podemos entonces pedía estar presente en los ministerios desde los que poder llevar a la práctica las medidas pactadas. Trabajo, Hacienda, Transición Ecológica e Igualdad. Sanchez les niega puestos gubernamentales, pero además exige a Podemos su apoyo para gobernar en solitario. Por esa razón al mismo tiempo pide la abstención de las derechas.
Podemos cree que con puestos ministeriales acabará con la explotación laboral. Que podrá dirigir su cruzada contra la casta y todas las penas que afligen a la clase trabajadora desde un despacho: derogar las reformas laborales, acabar con paro, que podamos jubilarnos a los 55 años con pensiones dignas. Y de paso no se olvida de pedir a los ricos que pagen su parte.
Pero los ministerios son instituciones del Estado, y los Estados dependen de las leyes dictadas por el verdadero poder: el gran capital capaz de quitar y poner gobiernos. Por lo tanto, será la correlación de fuerzas la que determine el que la clase trabajadora arranque mejoras para los explotados y oprimidos; la clase trabajadora porque es la única que posee el número y la fuerza para presionar a los políticos y al capital; la clase trabajadora, unida y organizada, en lucha por defender sus intereses.
La estrategia que defiende Podemos es diametralmente opuesta a lo que la clase trabajadora necesita, no se puede empezar la casa por el tejado. No se trata de legislar para equilibrar la economía. Para eso ya hay bastantes reformistas, solo que ellos no se miran en el espejo.
Para transformar realmente la sociedad, para poner la economía en manos de la gran mayoría trabajadora, hay que empezar expropiando los medios de producción y las empresas y poniéndolos en manos de los trabajadores. Expulsar a los banqueros y crear una banca, controlada por y al servicio de la clase trabajadora; crear puestos de trabajo, expropiar las viviendas manos de los bancos para ofrecerlas sin fin especulativo. Y esto solo se podrá llevar a la práctica con organización y lucha de los explotados y desfavorecidos en la calle.
Para una gran mayoría trabajadora, Podemos hace tiempo que dejó de representar el partido del cambio. En el 15M hubo un breve destello que parecía iba a poder convertirse, con el empuje de la clase trabajadora, en rayo que barrería a la burguesía y sus banqueros y pondria en su sitio a los especuladores y explotadores. Pero Podemos no prestaba atención a los problemas de las clases trabajadoras, miraba en ese momento a los sillones del congreso y nada se pudo hacer.
Queda la tarea de construir un partido obrero, esta vez con las manos y las cabezas de los trabajadores. Porque no tenemos que esperar a otro 15M para llevar adelante nuestros deseos de cambio. Este partido obrero dirigirá la lucha en el terreno de los trabajadores, para imponer sus condiciones y transformar la sociedad. No desde las instituciones sino a través de los propios trabajadores organizados.