Pedro Sánchez acaba de reconocer oficialmente al estado palestino. Ya lo había anunciado diciendo que “ha llegado la hora de pasar de las palabras a la acción” y asegurando que lo hace por “paz, coherencia y justicia”. “Vamos a defender al estado Palestino por coherencia. Defendemos la misma decisión en Ucrania y en Palestina” declaraba. Ha dejado claro que España rechaza profundamente a Hamás, y ha condenado los atentados del 7 de octubre. Con este paso, España se sumará a los 145 países que ya reconocían al Estado palestino.
Pedro Sánchez afirma que el Estado de Palestina debe ser viable con las fronteras de 1967 y Jerusalén Este como capital, con Cisjordania y Gaza conectadas, es decir, lo que reconoce los acuerdos de Oslo de 1993. Esta declaración se enmarca en los intentos de revivir la política de “dos Estados” , una política que no solo mostró su fracaso en las últimas décadas, sino que, al mismo tiempo implica legitimar la ocupación colonial del territorio histórico palestino por Israel. Este “reconocimiento” acepta la partición y fragmentación del territorio “reconocido”: una franja de Gaza que está arrasada por las bombas y una Cisjordania fragmentada, bajo el control del ejército de Israel, y asediada por los colonos sionistas.
Asimismo, Sánchez ha señalado que esta decisión no se toma contra Israel, “un pueblo amigo, al que respetamos y con el que queremos tener la mejor relación”. Sin embargo, es pura hipocresía declararte amigo de esos dirigentes israelíes que están llevando a cabo el genocidio del pueblo palestino, reconocido este incluso por la ministra socialista de Defensa Margarita Robles, la misma que con su firma hace posible el comercio de material bélico con Israel, la misma que no rompe relaciones con los genocidas.
Desde hace ya más de 75 años los gobiernos israelíes han aplicado la política del terror y despojo hacia el pueblo palestino, negándole sus derechos; la muerte y el éxodo forma parte de sus vidas. De esta forma e inundado en sangre es como se fundó el Estado de Israel, el estado amigo de Pedro Sánchez, que nunca ha dudado en utilizar el terrorismo de Estado.
Pero si el estado israelí ha podido llevar a cabo esta masacre del pueblo palestino, es porque se beneficia de la complicidad de estados amigos, como España, de las potencias europeas, pero sobre todo de EEUU. Ninguno de estos estados acusa al estado israelí de barbarie, de terrorismo. Pedir moderación a Israel o que respete las resoluciones internacionales -cosa que nunca ha hecho- es pues, un gesto cara a la galería, que no tienen en mente imponer. Si los líderes europeos y EEUU, las grandes potencias imperialistas, nunca han actuado realmente para poner fin a la masacre de los palestinos, es porque en realidad tienen muchos intereses en la zona, ya sea por su riqueza petrolífera como por su posición estratégica.
Sin embargo, las repetidas guerras y el genocidio del pueblo palestino no proviene de odios ancestrales ni de un conflicto religioso entre judíos y árabes. No. Son las potencias imperialistas quienes deliberadamente han enfrentado a estos dos pueblos entre sí y crearon las condiciones para una guerra permanente, para asegurar así su dominación en Medio Oriente.
Un poco de historia
Comenzó esta historia a principios del siglo XX, con la Primera Guerra Mundial, pues antes Palestina e Israel pertenecían al imperio Otomano, inmenso. A groso modo, se puede decir que la ausencia de fronteras internas favoreció una importante mezcla de poblaciones; durante siglos judíos, árabes -en su mayoría musulmanes- una minoría cristiana, drusos y muchas otras religiones más o menos convivían con relativa paz. Con la Primera Guerra Mundial, el imperio Otomano, en decadencia, se encontró en campo alemán; ingleses y franceses vieron la oportunidad de desmantelar este viejo Imperio y expoliarlo y así lo hicieron, dividiéndose el territorio y levantando las fronteras que les convenían.
La Sociedad de las Naciones, antecesora de la ONU, creada tras la Primera Guerra Mundial, decidió que Siria fuese separada del Líbano y que ambos quedaran bajo protectorado francés. Irak y Palestina quedaron bajo mandato inglés… He aquí el origen, escuetamente contado, de la partición de Oriente Medio trazando fronteras según cálculos diplomáticos, militares, estratégicos y económicos, sin tener en cuenta las aspiraciones y necesidades de las poblaciones que dividían.
Con el compás en la mano, Palestina quedó bajo mandato británico, los cuales crearon una administración compuesta sobre todo de británicos pero permitiendo que los judíos establecieran instituciones propias. En 1929 una Agencia judía, establecida por la Organización Sionista Mundial, desempeñó de hecho el papel de gobierno para la población judía de palestina. Las poblaciones árabes nunca obtuvieron la creación de instituciones equivalentes, instigando las rivalidades y odios entre ambas poblaciones.
Desde entonces, mucho ha llovido y muchas cosas han pasado, revueltas, intifadas… Desde décadas los colonos judíos han estado creando asentamientos ilegales y expulsando a la población palestina de sus tierras, de sus casas, organizando verdaderos pogromos para aterrorizarlos, deteniéndolos, matándolos… hasta llegar a la situación actual, de genocidio organizado. Para llegar a esto, también al pueblo israelí -sus propios dirigentes- les han abocado a vivir con las armas en las manos, siempre en lucha, con una parte importante de sus vidas reglamentada por el ejército, de ahí también el peso cada vez mayor de la extrema derecha en sus vidas.
No hay solución en el capitalismo
Salir de aquí llegados hasta este punto, va a ser difícil porque supondría que ambos pueblos, el palestino y el israelí, tomaran conciencia de a donde los han llevado intereses que no eran los suyos. Desde luego hallar la paz significa reconocer al pueblo palestino, sus derechos, parar el genocidio en primer lugar, procediendo a dejar paso a la ayuda humanitaria y paralizando la colonización de los territorios. Esto redundaría también en el bienestar del pueblo israelí, en su propia seguridad, que no está garantizada.
Pero limitarse a pedir un estado palestino, tampoco es solución; en el marco del capitalismo esto sería más o menos similar a lo que es hoy la Autoridad palestina, un estado que, como todos, permite a los ricos vivir mientras a la población pobre les falta de todo. Por supuesto hay que reconocer el derecho de todo pueblo a su autodeterminación, en la forma que elijan. Pero sin romper con el imperialismo esto es pan para hoy, en el mejor de los casos, y hambre y futuras revueltas para mañana.
Poner fin a la oposición que se ha creado entre israelíes y palestinos pasa, claro que sí, por el reconocimiento de los derechos nacionales de estos últimos. Pero ningún «arreglo político» dirigido por las potencias imperialistas garantizará la igualdad de derechos de los pueblos, ni su coexistencia pacífica en esta región. Son las potencias imperialistas las que han enfrentado a los pueblos entre sí, y en particular a los israelíes contra los árabes. Para mantener su dominación, les interesa que este conflicto continúe y, por lo tanto, lo alimentan con maniobras diplomáticas y apoyo militar.