El pasado febrero se celebró un pleno de la Eurocámara. Se abordó el tema del salario mínimo.
Con 365 votos a favor, 118 en contra y 208 abstenciones el pleno dio luz verde a una resolución cuyo objetivo es reducir las desigualdades y la pobreza entre los Estados miembros y dentro de ellos, con especial atención a los trabajadores pobres.
Elevar los salarios por supuesto que es necesario, sin embargo, la propuesta se enfrenta a la cruda realidad. Por un lado la competencia entre las empresas por el beneficio que las obliga a cada vez más recortes y retrocesos en las condiciones laborales y por otro lado las reformas laborales, que los gobiernos han aplicado, que han dado todo el poder al empresario, con formas de contratación y condiciones de trabajo que, en muchos aspectos, son propias de la esclavitud. Por tanto salarios y condiciones laborales vienen determinados siempre en función de los beneficios privados en juego.
La medida propuesta está alejada de la realidad del mundo del trabajo. Sobre todo, porque sin derogar las reformas laborales, el alcance de esa medida necesita del apoyo de la gran patronal. Una patronal siempre interesada en su propio futuro, llevando a cabo ahora mismo despidos. Una patronal que está ocupada con los expedientes de las ayudas públicas que recibirá de los estados europeos, en plena crisis capitalista, con la excusa de la modernización, reestructuración y saneamiento de la productividad. Y de cuyos nefastos resultados dan fe los miles de despidos que se están produciendo en los sectores más estratégicos, como la aviación o el automóvil, así como las traumáticas consecuencias para todos los otros sectores económicos dependientes.
En muchas empresas se pagan salarios que ni siquiera alcanza el SMI. No basta con discutir sobre el aumento real del SMI, sino también de extender ese aumento a todos los trabajadores y vigilar su aplicación en el conjunto de las empresas, obligando a todas estas a hacerlo. Y se puede hacer, no hay más que ver los elevados beneficios de las empresas del IBEX. Con una parte de esos beneficios se puede pagar mejores salarios y, además, crear empleo para acabar con el paro.
Solo la lucha de los trabajadores por mejorar su situación podrá parar la pobreza y las desigualdades sociales. Es necesario acabar con este sistema de producción e intercambio basado en la explotación del trabajo. En su lugar imponer un sistema basado en cubrir las necesidades sociales, una economía planificada por la propia clase obrera, repartiendo el trabajo entre todos, eliminando la explotación.