Como bien se sabe, el Tribunal Supremo está investigando a Juan Carlos I, el rey emérito, por “supuesto” blanqueo de capitales y delito fiscal por tener dinero escondido en Suiza. Que ha vivido como “comisionista” durante todo su reinado era conocido por muchos políticos, altos funcionarios y periodistas; era un secreto a voces. Que su hijo Felipe, así como toda la Casa Real, conocía todos estos “tejemanejes” a muchos parece indudable, a pesar de la actual pantomima de renunciar a su futura herencia.
De esta forma el rey emérito se convirtió en una de las grandes fortunas del mundo: 2.000 millones, según la revista Forbes. Está claro que la salida del Borbón ha sido organizada por el gobierno y pactada con la derecha. Unidas Podemos ha sido la convidada de piedra en el asunto y según declaraciones de Irene Montero, sin conocimiento alguno. El objetivo de las “vacaciones” del rey emérito no ha sido otro que realizar un cortafuegos que proteja a su hijo y a la monarquía del descrédito y de una eventual crisis política dada la situación crítica en todos los sentidos que sufre la sociedad española.
Salen a relucir en estos momentos todos los negocios ilícitos y escándalos en los que el Rey ha tomado parte. El caso Villarejo ha destapado la caja de pandora, pero le siguen de cerca el caso de su amante Corina, el Caso Noos, el enriquecimiento ilícito por el Ave de La Meca y las cacerías en Botswana, escándalo que estalló en 2012 en plena crisis económica.
Este escándalo “real” no es más que uno de tantos de los que la burguesía española y mundial realiza a diario. Precisamente las relaciones entre capitalistas y altos cargos de los Estados son noticia común. La vida social de Juan Carlos muestra este estado de cosas y la vida de esta gran burguesía que vive en el lujo a pesar de los tiempos. Los magnates del petróleo y de las grandes finanzas, los grandes empresarios que hasta le han regalado yates de lujo, son la demostración empírica de una clase social parasitaria de la riqueza social del trabajo. No se trata de errores cometidos por tal o cual persona, se trata de un sistema que funciona buscando el máximo beneficio con un Estado que premia al capital y favorece los negocios privados y hace lo imposible para que no se investiguen.
Así pues, es el propio sistema capitalista el que no funciona y el ejemplo está en esta monarquía que se mantiene con dinero público. Ahora la burguesía y sus políticos, desde el PSOE al PP y la derecha, tratan de proteger a la institución de la Monarquía de lo que puede avecinarse; pero no nos engañemos, finalmente si llegase el caso, apoyarán cualquier otra forma de gobierno que sirva a sus intereses, es decir: mantener sus privilegios y su capital.
Por ello en una hipotética crisis del régimen monárquico, la lucha obrera tendrá que valer sus reivindicaciones pues una República democrática y capitalista solo será el cambio de envoltura de la misma dominación de clase.