Afganistán, Irak, Malí: ¡no a las intervenciones imperialistas!

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 30 de agosto de 2021
30 de agosto de 2021

Con unanimidad se reconoce la desbandada del imperialismo estadounidense en Afganistán. ¿Cómo no? Recordemos las imágenes indignantes de las decenas de miles de afganos que suplican por que los evacúe el ejército estadounidense, sus tentativas desesperadas por agarrarse a los aviones, y por encima de todo eso, los atentados.

Pero quienes defienden la política de los imperialistas explican que el fracaso se debe a que la libertad no se puede llevar desde fuera, o peor aún, a que “el pueblo afgano no está dispuesto a la democracia”. ¡Como si ésta fuera el motivo de la intervención en Afganistán de los americanos, y otros occidentales detrás de ellos!

Los Estados Unidos invadieron Afganistán en 2001, tras los atentados en el World Trade Center. Buscaban a Ben Laden, el cerebro de Al-Qaida, pero sobre todo les venía bien el pretexto para ocupar aquel país inmenso y procurar instalar allí un régimen a su devoción, en una región estratégica.

Durante veinte años de guerra, se apoyaron en cualquier pandilla, incluso las más corruptas y reaccionarias, para montar una forma de Estado y ejército afgano. Gastaron para ello unos dos billones de dólares. ¡No se trataba de construir escuelas, hospitales o infraestructuras para cambiar la vida de la población y ofrecerle un futuro mejor!

Tras causar 2.500 muertos entre los soldados americanos y más de 200.000 afganos, además de millones de refugiados y personas desplazadas, los Estados Unidos se van, dejando atrás un verdadero polvorín. No sólo se resignan al regreso de los talibanes al poder, sino que ahora basan en ellos su lucha contra las milicias de Daesh, que les parecen más peligrosas aún.

La población, y especialmente la pequeña burguesía que se ha venido desarrollando con la presencia occidental y se ha creído las promesas estadounidenses, queda atrapada, en un país entre los más pobres del mundo, viciado por el fanatismo y la barbarie. Las mujeres se esconden, sin saber si podrán trabajar, estudiar o salir de casa sin esa cárcel llamada burka. ¡Ahí tenemos las promesas de liberación y democracia de los dirigentes imperialistas!

Lo que ocurre en Afganistán es una lección. Si bien Francia sólo ha desempeñado un papel secundario, corriendo detrás de los EE.UU., el país sí juega al aprendiz de brujo en Malí y toda la zona de Sáhel.

Para proteger los intereses de Total, Bollore, Dassault y demás empresas, el gobierno francés mantiene sus pretensiones de gran potencia imperialista.

Lo acaba de demostrar Macron yéndose a la cumbre de Bagdad, en Irak, el pasado viernes. Con la meta oficial de coordinar la lucha contra el terrorismo, la cumbre contaba con Arabia Saudí entre otros países – un régimen medieval no mucho mejor que el de los talibanes, y famoso por su respaldo a determinados grupos terroristas contra otros. Es abyecto y, para Macron, era una postura más.

Macron, muy serio y arrogante, dice que Francia “quedará comprometida en Irak y Sáhel”. Añade que, al contrario de los EE.UU., “Francia no abandona a quienes han luchado con ella”. ¡Qué cinismo!

Mientras el terror caía sobre Kabul, Macron proclamaba que él se opondría a la llegada de nuevos flujos de inmigrantes afganos. La pseudopropuesta de una zona protegida para repatriar a los auxiliares afganos se ha esfumado en el aire. Lo demostró en su tiempo el trato de Francia con los harkis, los auxiliares argelinos del ejército francés, después de la derrota en Argelia: a los dirigentes imperialistas les importa un pepino la suerte de los que se ponen a su servicio.

Las principales víctimas del imperialismo son las mujeres y los hombres de los países saqueados y arrasados por las guerras. Son mujeres y hombres de Afganistán, Irak, o Malí. Pero nos afecta a todos doblemente. Primero, porque es un sueño pensar que viviremos en paz en un mundo convertido en hostil para millones de mujeres y hombres. Luego, porque las multinacionales en beneficio de las cuales se oprime a los pueblos pobres son las mismas empresas que aquí mismo nos explotan y empobrecen.

Ninguno de los problemas que se plantean a la humanidad – el riesgo de una guerra general, el terrorismo, la crisis económica y ecológica – puede resolverse sin que se cuestione la dominación del imperialismo y su fundamento, el capitalismo.

En esta lucha, las víctimas del imperialismo, los afganos, iraquíes o africanos que llegan a nuestra puerta, no son enemigos sino aliados. Lo primero que hay que hacer es tenderles la mano.

EDITORIAL DE LOS BOLETINES DE EMPRESA DE LUTTE OUVRIÈRE