Tras anunciar subidas disparatadas de los aranceles para todo el planeta, Trump ha decidido una pausa de tres meses… menos para China. Los comentaristas de todos los países procuran adivinar cuál es su estrategia, pero ¿sabe el propio Trump adónde quiere ir?
La guerra comercial nunca dejó de existir, es inseparable del capitalismo. La mayor potencia económica global ha tomado la iniciativa para subir el nivel de las tensiones comerciales.
Los altibajos de las bolsas del mundo demuestran hasta qué punto la economía está de capa caída. Christine Lagarde, la dirigente del Banco Central Europeo, reconoce que la niebla económica es casi total. No sólo en la banca: desde los anuncios de Trump, el 70% de las exportaciones chinas hacia Estados Unidos ha sido cancelado o parado. Las grandes navieras del planeta se preguntan si sus buques deben o no dejar de hacer escala en China. La guerra económica amenaza con convertirse en una crisis económica y una caída de la producción.
Todos los gobiernos del mundo buscan reaccionar a las medidas estadounidenses, cada uno por cuenta de sus propios capitalistas, y todos participan en agravar la guerra comercial, que bien saben puede degenerar en un conflicto bélico. ¡Todos tienen como primer reflejo hacer pagar a su pueblo!
El gobierno francés quiere encontrar 40.000 millones de euros. Sus primer objetivo son los trabajadores, de cuyos bolsillos quiere sacar dinero con nuevos impuestos o tasas nuevas, al tiempo que busca reducir los presupuestos de los servicios públicos útiles a la población. Esto es lo que hay que entender cuando escuchamos hablar de atacar las “lagunas fiscales”, o cuando la ministra de Cuentas Públicas, Amélie de Montchalin, dice que quiere “eliminar lo que no sirve para nada”.
No será el panadero de la esquina o el artesano quién se aprovechará de los miles de millones recaudados por el Estado, porque ellos también son estrangulados por los impuestos y los bancos, y el número de quiebras de pequeñas empresas aumenta cada mes.
Los 40.000 millones que el Estado quiere recuperar en los bolsillos de las clases populares irán a parar en los grupos industriales armamentísticos tipo Thales y Dassault, automovilísticos como Stellantis o Renault, y los del lujo como LVMH y Hermes… así como en la banca. Si los mercados internacionales se reducen, el Estado se hará cliente de las grandes empresas o subvencionará sus exportaciones para compensar los aranceles que haya que pagar. En las empresas, la patronal buscará reducir aún más los salarios e intensificar la explotación, en nombre de la competitividad.
La “defensa de la industria francesa” de la que se jacta el gobierno no consiste en defender los empleos de los trabajadores sino en proteger las ganancias de la gran patronal. Asimismo, todos los partidos, desde Agrupación Nacional (el partido de Le Pen) hasta la izquierda, son cómplices de la mentira.
El ministro de Economía apela al “patriotismo de los empresarios”. O sea, una maniobra para dejarnos creer que los trabajadores no seremos los únicos en pagar. En realidad, la gran burguesía hará lo que le salga de las narices e invertirá dónde quiera. Bernard Arnault, el milmillonario del lujo y dueño de LVMH, dijo que, si los acuerdos económicos entre la Unión Europea y Estados Unidos no le satisfacen, invertirá en Estados Unidos. Los patrones de los grupos farmacéuticos europeos, entre los cuales el francés Sanofi, han amenazado hacer lo propio si los servicios de sanidad pública no compran más caro sus medicamentos.
Para proteger su derecho al trabajo y a un salario decente, los trabajadores sólo podemos apoyarnos en nosotros mismos, es decir en nuestras luchas colectivas, la lucha de clase contra la gran burguesía. El combate sólo nos garantizará una vida digna si lo llevamos hasta el final, esto es hasta derrocar a la clase capitalista.
La ciencia y las técnicas no paran de avanzar, los medios de producción no paran de crecer. Nunca antes la humanidad ha tenido tantos recursos técnicos para satisfacer las necesidades de todos y cada uno. Pero ya no hay nada que esperar por parte de la clase capitalista que los posee.
Los métodos de Trump, su política imprevisible y sus cambios de pie muestran hasta qué punto esta clase social es incapaz de dominar su propia economía. Los trabajadores de todos los países son los únicos que pueden abrir una perspectiva, si derrocan el poder de sus explotadores, los expropian y organizan la economía planificando la producción según las necesidades de todos.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 21 de abril de 2025